Uno de cada tres alumnos guipuzcoanos de instituto ha probado la droga en forma de porro o canuto recientemente. Cualquier padre o madre con un hijo en Bachiller se echará a temblar por el alto porcentaje que supone la estadística recogida en el documento Drogas y Escuela VI dirigida por el sociólogo Javier Elzo.

La Asociación Guipuzcoana de Investigación y Prevención del Abuso de Drogas (Agipad) se encuentra en estos momentos explicando a los padres de alumnos de institutos y centros escolares de la Escuela Secundaria Obligatoria (ESO) lo que supone este consumo llamativo de cannabis, palabra que aglutina tanto el consumo de hachís como de marihuana.

La conclusión de las charlas que dan los expertos de Agipad se centra en que los padres no deben quitar importancia ni alarmarse por el hecho de que sus hijos adolescentes fumen hachís o marihuana en las horas lectivas.

El aumento del consumo de drogas, especialmente hachís mezclado con tabaco, detectado entre los alumnos en los institutos guipuzcoanos ha hecho saltar todas las alarmas. El porcentaje de estudiantes, entre 16 y 18 años, que fuma droga con cierta asiduidad oscila entre el 9% y el 45%.

Los datos recalcan que en Donostia han probado el porro alguna vez casi un 57% de escolares mayores de 14 años. Lo hacen antes de entrar a clase (salen de casa mucho antes de lo normal) y en el recreo (en un parque cercano). Casi nunca a la salida, seguramente para evitar que en su casa detecten los efectos.

Fumar hachís ha dejado de ser marginal y se ha convertido en un acto social que se realiza a la vista de todo el mundo.

Paquita Mateos es psicóloga y directora del programa de prevención de drogodependencias en Agipad. Rosa Mujika es médica y, ambas, técnicas especializadas en el programa de prevención de drogas. Mateos explica que «ahora lo que más angustia genera es el consumo de cannabis en los centros de secundaria. Hemos detectado preocupación y hasta alarma en unos padres y cierta permisividad en otros que lo consideran algo normal».

Agipad no pretende enseñar a los padres qué deben hacer, sino hacerles reflexionar y convencerles de sus capacidades educativas, «que nunca tiren la toalla ante el enfoque que deben hacer de sus funciones».

Actuar con calma

Rosa Mujika, a la hora de indicar qué deben hacer los progenitores para hablar claramente con sus hijos adolescentes sobre el consumo de cannabis, recomienda que el asunto no se deje de lado ni tampoco se llegue a la alarma total. «Hay que actuar con calma, hablar antes los padres sobre qué se puede hacer y luego con el hijo o hija que consume, por qué lo hace, cuándo…».

Mujika asegura que son los progenitores los más adecuados para tratar con sus hijos escolares sobre este problema, de ahí que Agipad se dirija a ellos, «preparando estrategias que exponemos en las charlas o sugiriendo que los lleven a centros de tratamiento si el hijo tiene verdaderamente un problema con las drogas».

Mateos incide en que se están encontrando con modelos familiares «excesivamente permisivos» e insiste en que los padres «están ahí para orientar y marcar lo límites».

El mensaje de Agipad hacia los adolescentes incide en que «el consumo de drogas debe ser un acto de libertad, el mismo que para no consumirlas. Hay que estar formado para decidir de forma razonada. Eludir la presión hacia el consumo que tantas veces padecen los escolares adolescentes es también una opción de libertad».

Cuatro personas especializadas de Agipad se encargan de llevar a cabo estas charlas sobre prevención de drogodependencias. Tres en San Sebastián y una en Oñati. Acuden a todos los municipios de Gipuzkoa que lo soliciten, para poner en marcha programas de prevención donde realizan dos o tres sesiones, número adecuado para que resulte positivo. «Con cuatro ideas generales no se puede asumir que ya se sabe todo sobre prevención de drogodependencias», resume Paquita Mateos. Padres y profesores acuden a las charlas. Si son adolescentes consumidores, «hacemos una intervención directa para reducir los riesgos asociados a determinadas sustancias».

Los resultados resultan significativamente positivos. Las respuestas a sus charlas son mejores y cada vez acude más gente. Quizá también sea un síntoma del aumento de consumo de cannabis entre los escolares adolescentes. Agipad está abierto a responder cualquier tipo de consulta en su sede donostiarra.

Ni banalizar ni alarmarse

Para Mujika, esa edad es la que les lleva a «transgredir la norma, probar lo desconocido, etcétera… Intentar conocer todo lo que hay alrededor, y allí están las drogas. Es un episodio que acompaña a su crecimiento». La médica experta en drogodependencias señala que también hay que estar atentos a si ese consumo del adolescente es exagerado. «Ni banalizar ni alarmarse», resume.

Las estadísticas indican que en Gipuzkoa está bajando la edad en la que se prueba el cannabis. Alumnos de 12 años han reconocido que han probado el hachís. «La interpretación es muy distinta si el consumidor tiene sólo 12 años, porque no es capaz de decidir a esa edad por sí mismo y conlleva muchos más riesgos, que si tiene 18, en que sí tiene criterio suficiente para consumir o no», explica Mujika.

Consumir cannabis dentro del horario lectivo es otro sorprendente resultado de las encuestas entre alumnos de instituto y ESO. «Esta práctica conlleva otros problemas añadidos. Fumarte un canuto antes de una clase de matemáticas no te va a ayudar a entender las explicaciones», recalca, argumentando que los resultados académicos pueden verse afectados entre quienes fuman asiduamente cannabis. Algo que los padres también deben de tener en cuenta, y se refleja en los datos estadísticos de aprobados y suspensos. Así, el documento Drogas y Escuela VI revela que el 24% de los alumnos que consideran pobre su trabajo escolar han consumido hachís. Ocho de cada diez escolares que han repetido curso han probado el hachís. Claro que también se da el fracaso escolar entre quienes nunca han consumido drogas.

Junto a los institutos

El consumo de drogas blandas se realiza en horas lectivas cerca de los institutos. Grupos reducidos de alumnos lían un canuto y lo comparten antes o en la hora del recreo. Con la más completa naturalidad y a la vista de todo el mundo. Los sociólogos lo achacan a la permisividad de la sociedad.

Los responsables de diversos institutos coinciden en que dentro de los centros no se fuma droga. Se ha dado el caso de que una profesora se acercó a un alumno preocupada porque le vio fumarse un porro y tras inquirirle por qué lo hacía, el chico se enfrentó a ella reclamando su derecho a la libertad y el deber de ella de no meterse en su vida.

Algún tutor ha llamado a los padres de un alumno que fumaba droga para avisarle y la respuesta fue contundente: mi hijo no se droga. Algunos padres piensan que el deber de los profesores es impedir que los alumnos consuman drogas en horas lectivas.

La Guardia Municipal donostiarra avisa a los padres si encuentran a un menor fumando droga en la calle, según explica su comisario jefe, Mikel Gotzon Santamaría, en un capítulo del informe. Sus datos recogen cierto paralelismo entre consumidor de hachís y exceso de dinero en el bolsillo gracias a una paga semanal excesivamente generosa. El informe ha detectado que las chicas se acercan a los chicos en la cantidad de hachís consumida.