Si consideras que ir al gimnasio es más importante que tu trabajo, o suspendes las citas con tus amigos para hacer deporte, es probable que seas un adicto al ejercicio. No es lo mismo practicar una actividad física para estar sano que «hipotecar» tu salud a causa del deporte. Además, esa dependencia al ejercicio podría enmascarar algún trastorno de la alimentación.

Es bien conocido que hacer ejercicio es bueno a nivel físico, psicológico y fisiológico. Sin embargo, en exceso puede dar lugar a comportamientos compulsivos que pueden ser patológicos. Se denomina «dependencia al ejercicio» a un trastorno que se caracteriza por una necesidad cada vez mayor de hacer deporte y por la aparición de síntomas de abstinencia como ansiedad o fatiga cuando no se puede realizar el mismo. Los individuos afectados tienen una actividad física extrema en frecuencia y duración, y a menudo sienten un impulso irresistible a seguir ejercitándose incluso cuando están lesionados, cansados o sus demandas personales les impiden realizarlo.

La dependencia al ejercicio se considera patológica y un riesgo para la salud puesto que se asocia a lesiones, alteraciones psicológicas, depresión y trastornos de la alimentación. Para valorar la presencia de esta alteración, existen algunas escalas que permiten dividir a los pacientes entre los que están en riesgo de presentar una dependencia o los que ya la tienen. Algunos estudios han demostrado que los culturistas y las bailarinas son grupos de alto riesgo. También se ha visto una cierta relación entre los trastornos de la conducta alimentaria y esta dependencia.

En Gran Bretaña, se ha realizado un estudio entre mujeres adultas que hacían ejercicio para ver cuáles eran los criterios que mejor discriminaban entre las dependientes al ejercicio de las no lo eran. Los resultados han sido publicados en la revista «British Journal of Sports Medicine».

De 56 participantes estudiadas 10 cumplían criterios de dependencia al ejercicio, y todas tenían trastornos del comportamiento alimentario. Se comprobó que las adictas a la actividad física tenían alteraciones funcionales en áreas, psicológicas, sociales, ocupacionales, físicas y/o en el comportamiento.

Los grupos de síntomas que se observaron en estas adictas y que sirvieron para su diagnóstico fueron fundamentalmente del tipo tolerancia (necesidad de hacer cada vez más ejercicio), intención (hacer más ejercicio del que se ha planificado), pérdida de control (no poder parar o cambiar de actividad), tiempo (cantidad de tiempo dedicado al ejercicio) o mantenimiento (seguir haciendo ejercicio cuando no se puede estar lesionados). Además estas mujeres sufrían síntomas de abstinencia cuando dejaban de hacer ejercicio.

Además, los autores del estudio consideran que en estas mujeres el trastorno del ejercicio es secundario al de la alimentación. Es decir, las mujeres adquieren una dependencia al ejercicio tras tener un problema alimentario y no al revés (no se tiene una alteración de la alimentación por ser dependientes del ejercicio).