Esta encuesta se enmarca dentro del protocolo de colaboración firmado entre los Ministerios de Sanidad y Consumo e Interior en febrero de 2005. El estudio se ha realizado con la colaboración de la Dirección General de Instituciones Penitenciarias y de la Secretaría de Servicios Penitenciarios de la Generalitat de Cataluña.

En él se ha analizado el consumo de drogas psicoactivas por los reclusos antes del ingreso y durante su estancia en prisión, las prácticas de riesgo, la prevalencia de VIH entre los internos y su grado de conocimiento sobre la posibilidad de ser portador de este virus, así como la información que tienen sobre los servicios de atención y prevención del uso de drogas y de las infecciones de transmisión sanguínea o sexual.

El tamaño de la muestra incluye un total de 4.934 internos (preventivos y penados en segundo, primer grado y sin clasificar), con dominio del idioma español o árabe, en 66 centros penitenciarios. De ellos, el 83,7% eran hombres y un 16,3% mujeres. En esta distribución se ha reforzado la presencia de mujeres, puesto que este colectivo supone el 7,8% de la población penitenciaria, con el fin de estudiar la perspectiva de género, tal y como se recoge en el Plan de Acción.

CARACTERÍSTICAS SOCIODEMOGRÁFICAS

Los datos de esta encuesta demuestran que la población penitenciaria en España presenta un perfil clásico de marginalidad. La población interna está constituida en su mayor parte por hombres (92,2%) y, en ella, el porcentaje de personas con un nivel cultural bajo y carencias económicas es muy superior al de la población general. El 74% tienen menos de 40 años y el 35% tienen 30 o menos años, y se observa un envejecimiento progresivo en los últimos años. Un 30,6% son extranjeros.

La mayoría (53%) lleva más de 6 años recluido en un centro penitenciario. Entre los hombres predominan los delitos contra la propiedad y el patrimonio (42%) y entre las mujeres los delitos contra la salud pública (57%).

PROBLEMAS DE DROGODEPENDENCIAS PREVIOS

Un alto porcentaje de los reclusos tienen problemas de drogodependencias. De hecho, la mayoría consumían drogas antes de su ingreso en prisión en una proporción mucho más elevada que el resto de la población general. Así, un 42% de los reclusos (26.000 personas) habían consumido heroína alguna vez en la vida (frente al 0,9% de la población general), y un 58,9% (36.000 personas) cocaína, frente al 5,9% del resto de la población. Estas diferencias se mantienen para otras drogas como el cannabis, las anfetaminas o el éxtasis. Sin embargo, durante su estancia en prisión, los reclusos consumen menos drogas y cambian su patrón de consumo.

Al comparar los datos de esta encuesta con el estudio realizado en el año 2000, se observa una disminución de la proporción de consumidores de heroína (que han pasado de un 31,4% en 2000 a un 19,3% en 2006), de éxtasis (un 6,8% frente al 4,8% actual) y de alucinógenos (4,4% frente al 2,4% actual). En cambio, ha aumentado la proporción de consumidores de alcohol, puesto que en la actualidad lo consumen un 61,7% frente al 43,1% del año 2000.

La encuesta también pone de manifiesto una elevada prevalencia de tabaquismo entre la población penitenciaria, ya que el 74% de los internos fuma cigarrillos a diario, más del doble que entre la población general (31% en 2003, según recoge la Encuesta Nacional de Salud). Los hombres fuman mucho más que las mujeres y la proporción de fumadores es también muy superior entre los reclusos españoles (82%) que entre los de nacionalidad extranjera (54%).

Dentro de la prisión, el consumo de drogas está bastante más extendido entre los hombres que entre las mujeres, aunque las diferencias de género son menores que las que existen en el resto de la población general. Una vez internados, ambos sexos siguen un patrón de consumo similar. En cuanto a la nacionalidad, la proporción de internos españoles que consumen drogas es mucho mayor que la de los extranjeros, tanto en situación de libertad como en reclusión. Entre los internos extranjeros el consumo de heroína es residual.

MENOR CONSUMO

Las personas que ya eran consumidores de drogas, durante su estancia en la cárcel consumen menos. La proporción de reclusos que se inyectaban drogas era mucho más elevada estando en libertad que dentro de la cárcel y también lo es la frecuencia de la inyección. El inicio del consumo dentro de la cárcel es poco frecuente.

La encuesta también refleja una estabilización a la baja del consumo de heroína y un importante cambio en los hábitos de consumo de los heroinómanos. Para la Ministra, estos resultados pueden estar en relación con la incorporación de los tratamientos con metadona. Sin embargo, aún hoy el 24,3% de los internos habían consumido heroína en los 30 días previos a su ingreso en prisión.

Al igual que en otros estudios que muestran una elevada frecuencia de enfermedades infecciosas entre las personas que han estado alguna vez en prisión, un 15% de los reclusos afirman estar infectados por VIH, frente al 0,3% estimado entre la población general, porcentaje que se eleva al 39,7% entre los que se han inyectado drogas.

Cada vez es mayor el número de reclusos que siguen tratamiento, muchos de ellos con metadona. De hecho, el 68% de todos los reclusos que están siendo tratados reciben tratamiento sustitutivo con metadona, lo que representa 8.718 personas. La encuesta refleja que, en situación de libertad, un 32,2% de los internos habían recibido tratamiento para dejar o controlar el uso de las drogas.

SALUD PERCIBIDA

La salud percibida por los reclusos es peor que la de la población general. Mientras que en 2003 el 84% de los españoles calificaba su salud como buena o muy buena, sólo el 64% de los reclusos lo considera así. Entre este colectivo, la salud percibida es peor entre las mujeres, lo que coincide con los datos de la población general.

Entre los problemas de salud más importantes están las infecciones de transmisión sanguínea y sexual, relacionadas con los antecedentes de inyección de drogas. Entre los inyectores de drogas son muy frecuentes los comportamientos que aumentan el riesgo de infecciones por transmisión sanguínea, tanto fuera como dentro de la prisión, y en el conjunto de la población penitenciaria son también frecuentes las conductas sexuales de riesgo y la práctica de tatuajes en condiciones higiénicas inadecuadas. Esto explica que unas 8.500 personas aseguren estar infectadas por el virus del sida, de las cuales aproximadamente 7.600 forman parte del colectivo que se ha inyectado drogas en alguna ocasión.

Existe una elevada proporción de internos con antecedentes de consumo de drogas. Una cuarta parte (aproximadamente unos 17.000) se había inyectado drogas alguna vez en su vida y un 11,4% lo hacían de forma habitual a su entrada en prisión (7.000 personas).

Un 30,5% de los reclusos (unos 19.000) han estado alguna vez en tratamiento de drogodependencias en la prisión, de los cuales la mayoría (15.500) valoran de forma positiva la atención recibida. Además, un 21% (12.800) del total de internos están siendo tratados en la actualidad.