El máximo general de la OTAN solicitó el jueves a la comunidad internacional que tome más medidas para reducir el creciente tráfico de drogas en Afganistán que, según dijo, está ayudando a financiar a un resurgente movimiento Talibán y alimentar la inestabilidad.

«Ciertamente, clama por más atención internacional,» dijo el general del Cuerpo de Marines estadounidense James Jones, comandante supremo aliado de la OTAN en Europa.

Jones, en una conferencia de prensa en el Pentágono, dijo también que los soldados de la OTAN que asumieron el control de la seguridad en el violento sur de Afganistán el 31 de julio tenían como objetivo mejorar la estabilidad gradualmente en la región en los próximos meses.

Afganistán está atravesando por su etapa más violenta desde el 2001, y las fuerzas de Estados Unidos y de la OTAN combaten a la insurgencia en las zonas del sur y el este del país.

«La comunidad internacional entiende que debemos tener más éxito en el campo de la lucha contra los narcóticos y debemos hacer eso en un futuro cercano,» indicó Jones.

El 90 por ciento de la producción de drogas en Afganistán es vendido en Europa, con ganancias utilizadas «para financiar al menos una parte a las organizaciones terroristas que nos están combatiendo en Afganistán,» aseveró Jones.

El dinero proveniente de las drogas está apoyando a los violentos carteles del narcotráfico, ayuda a los resurgentes militantes islámicos de Talibán y posiblemente a la red Al Qaeda, así como también contribuye a los enfrentamientos entre tribus, agregó Jones.

El general sostuvo que las fuerzas de Estados Unidos y de la OTAN no están jugando un rol directo en la lucha contra el narcotráfico y que no llevarán a cabo la erradicación de los cultivos de opio.

Estados Unidos tiene un contingente de 22.000 soldados y la OTAN uno de 18.500, los que apoyan al gobierno de Afganistán, presidido por Hamid Karzai.

Afganistán es la fuente principal de opio en el mundo, y de su producto refinado, la heroína, con el que aporta el 87 por ciento del consumo global. Un cuarto del opio afgano crece en la inestable provincia de Helmand, en el sur, donde la violencia se ha intensificado en las últimas semanas.