El jefe de la Unidad de Conductas Adictivas (UCA) del Hospital Casa de Salud de Valencia, José Olcina, estimó que entre un 60 y un 85 por ciento de los consumidores habituales de cocaína «lo son también de otras sustancias psicoactivas, y el alcohol es, sin duda, el que tiene mayor presencia». Al respecto, explicó que algunos autores indicaban ya hace una década que más del 40 por ciento de los consumidores de cocaína «consumían alcohol con asiduidad». Esta mezcla de ambas sustancias se conoce, en la actualidad, como cocaetileno.

El facultativo se remitió también a un informe del Observatorio Español sobre Drogas, referido a datos del año 2002, que reflejaba que «los adictos que demandaron tratamiento fueron mayoritariamente varones que consumían cocaína por vía intranasal (78%), pulmonar (20%) o intravenosa (2%); además, tomaban alcohol (65%), cannabis (19%), heroína (12%) o anfetaminas (6%).

Indicó, en este sentido, que en contraste con los consumidores habituales de cocaína, cuya tendencia al policonsumo es elevada, dijo, el perfil de los tradicionales alcohólicos «no presenta tanta inclinación a combinar su consumo de alcohol con cocaína». No obstante, matizó, «hay que decir que un 18 por ciento de ellos consumen otras sustancias psicoactivas, estimándose un 4 por ciento aproximadamente, respecto a la cocaína».

El doctor Olcina explicó también que el orden de ingesta de cocaína y alcohol es «un factor importante y puede influir sobre el efecto resultante de su interacción». Así, afirmó que cuando el alcohol es ingerido antes de la inhalación de cocaína, «existe un significativo aumento de las concentraciones de cocaína plasmática y de los efectos subjetivos de la cocaína, incluido el aumento de frecuencia cardiaca».

Por el contrario, indicó que cuando la cocaína es ingerida antes del alcohol, «no aparecen alteraciones en los niveles de alcohol sanguíneos, donde las tasas subjetivas de intoxicación por cocaína prevalecen, resultando una formación más lenta y de menores cantidades de cocaetileno».

No obstante, explicó que el cocaetileno es «fuertemente cardiaco» y, dijo, «se le responsabiliza de la mayor cantidad de muertes producidas por la intoxicación por cocaína y alcohol». Al respecto, matizó que «se han descrito isquemias, infartos, hipertensión y arritmias».

Además, lamentó que «drogodependencias y delincuencia conforman un binomio íntimamente relacionado y de difícil separación». Señaló que «tanto alcohol como cocaína son sustancias psicoactivas altamente relacionadas con actos delictivos, y al igual que sucede con el resto de sustancias psicoactivas, los consumos suelen iniciarse durante la adolescencia».

«Malinterpretar elecciones»

En esta línea, explicó que, en ocasiones, el consumo del cocaetileno «provoca que el consumidor pueda malinterpretar intenciones de los que le rodean y llegar a comportarse de un modo violento o desadaptado».

Asimismo, el facultativo recordó que «el consumo simultáneo de alcohol y cocaína presenta más alta probabilidad de asociación con conductas homicidas que el consumo por separado de alcohol o de cocaína. De hecho, ambas sustancias son frecuentemente identificadas en muestras biológicas de agresiones», dijo.

Respecto al tratamiento, aseveró que se precisan «programas específicos, ambulatorios y hospitalarios, orientados tanto a la desintoxicación y deshabituación, como a la contención y prevención de conductas disruptivas asociadas a este consumo de tóxicos, que pueden catalogarse de urgencias psico-socio-sanitarias».

En este sentido, afirmó que las personas con este tipo de problema «siguen acudiendo a la red de UCA y los ingresos hospitalarios para desintoxicación en el hospital psiquiátrico de Bétera», mientras que «tal vez, se deberían poder remitir a los enfermos a una Unidad de desintoxicación hospitalaria después de detectar el caso en las UCA, puesto que haríamos un tratamiento precoz».