El incremento de violencia entre los jóvenes españoles transgrede los límites de lo permisible y debería encender las alertas de toda la sociedad en su conjunto. Sin embargo, se habla mucho pero nada ni nadie pone freno a esta situación, cada vez más preocupante. Así, los menores españoles baten records de agresividad, delitos, consumo de drogas y fracaso escolar.

Los avisos son constantes, como certifican dos noticias recientes: «Joven quinceañero la emprende a golpes con su profesor» decía un titular de prensa, en referencia a la filmación pasada por televisión, vía móvil, en la que se veían escenas de la agresión perpetrada en los pasillos del centro escolar mientras una compañera grababa la escena. «Dos alumnas que rondan los 13 años apalizan a una compañera hasta romperle la pierna», informaban los medios en los mismos días.

Ahora, los últimos datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) certifican lo que se viene constatando en los últimos años: Los adolescentes españoles son de los que consumen más drogas en Europa y su índice de fracaso escolar es el más elevado del mundo occidental.

Delitos in crescendo

Si nos remontamos a 1992, se sabe que la tasa de delitos violentos cometidos por adolescentes menores era de 7,8 infracciones penales por cada 10.000 jóvenes, dice también el informe de la OCDE.

En 1998, esa tasa había crecido hasta alcanzar la cifra de 12,8 y, en 2005, sin contabilizar los delitos y faltas registrados por la Ertzaintza, en el País Vasco, y por los Mossos d’Esquadra, en Cataluña, la tasa se instaló en 15,5 infracciones penales.

Con las cifras que las dos policías autonómicas manejan, probablemente la tasa superaría de largo las 16 infracciones. En 13 años, pues, se ha duplicado el número de este tipo de delitos.

Si a comienzos de los 90 el número de infracciones de carácter violento cometidos por menores era de un 18 por ciento, en 2005 el porcentaje se amplió hasta el 25 por ciento, o sea uno de cada cuatro.

Más menores condenados

De hecho, según los datos facilitados por el Gobierno, en respuesta a una pregunta parlamentaria formulada por IU-ICV, el Ministerio de Justicia contabilizó un total de 30.827 menores condenados en el periodo 2003-2005, pasando de 10.782 en el primer año a 13.417 dos años después.

Estas cifras no contemplan que un menor haya delinquido en más de un año o cometido más de un delito. Así, el número de sentencias comunicadas al Registro Central de Sentencias Firmes de Menores en el mismo periodo es de un total de 58.071, que equivale a dos sentencias de media por menor condenado.

La tipología de los delitos cometidos es variada y la incurrencia en robos es la que más destaca, seguida de la falta de lesiones. Ante estos casos, las medidas más habituales impuestas son la libertad vigilada, la prestación de servicios en beneficio de la comunidad, el internamiento semiabierto, la amonestación o la permanencia de fin de semana.


Traspaso de «competencias»

El director del Centro Reina Sofía para el Estudio de la Violencia, José Sanmartín, que abrió recientemente un ciclo de debates de la Fundación Santander Central Hispano bajo el título Violencia en la ciudad, explicó que uno de los problemas de la sociedad actual es que muchos padres dejan toda la responsabilidad en manos de la escuela y de los profesores.

Sin embargo, los maestros no pueden ni deben ejercer unas «competencias» que pertenecen al ámbito de la familia; una familia cada vez más en crisis e incapaz de imponer la necesaria disciplina entre los más jóvenes.

«Mientras (los docentes de secundaria) antes eran demasiado autoritarios, ahora casi no tienen capacidad para tomar decisiones (disciplinarias)», dice Sanmartín. Para el experto, educar con mucho afecto sin poner límites a los niños «no crea demócratas, sino dictadores».

Hay que añadir que, según un estudio recientemente realizado por el sindicato CSI-CSIF, uno de cada siete profesores de ESO, el 15 por ciento del total, asegura haber sido agredido físicamente alguna vez, y el 73 por ciento de ellos verbalmente, mientras que el 13 por ciento de los docentes reconoce sentir miedo al entrar en clase.

Seducidos por las drogas y fracasando en el «cole»

Volviendo a la información facilitada por la OCDE, hace dos años un 25,1 por ciento de escolares entre 14 y 18 años admitían fumar con frecuencia ‘porros’, el doble que diez años atrás; y un 3,8 por ciento de adolescentes esnifaba cocaína, más del triple que en 1994.

Además, tal como se informaba por televisión en los últimos días, se ha producido un nuevo incremento del consumo de heroína, un estupefaciente al que muchos jóvenes recurren para poder neutralizar los efectos que los excesos de consumir cocaína producen. Así lo reconocía ante las cámaras de una cadena privada un joven politoxicómano.

A la vista de todos estos datos, reconocidos por el Ministerio de Sanidad, se puede afirmar que los jóvenes españoles, muchos de ellos politoxicómanos, son los que más drogas consumen del Viejo Continente. Mientras tanto, las campañas antidroga del Gobierno siguen fracasando.

Al mismo tiempo, la estadística de la OCDE pone de manifiesto lo que ya es un secreto a voces: España es el país europeo con mayor índice de fracaso escolar juvenil. De esta manera, si en 1999 el 29,5 por ciento de los españoles entre 18 y 24 años no habían conseguido obtener el título de bachillerato, tan sólo 5 años después la cifra alcanzaba el 31,7 por ciento, el doble de lo registrado por la UE en 2004.

Además, una cuarta parte de los alumnos españoles que acaban sus estudios no tienen ni tan siquiera el título de ESO (12 a 16 años), y estamos hablando de un requisito imprescindible para acceder al mercado laboral. La media europea de fracaso escolar ronda el 20 por ciento.