Empieza la época de la siembra y las autoridades afganas ofrecen a los agricultores la posibilidad de sustituir el opio por azafrán. Una tarea complicada en un país que produce el 87% del «popy» que se consume en el mundo.

La cosecha de 2006 ha sido histórica en cuanto a calidad y cantidad. Los planes coordinados entre las autoridades afganas y la comunidad internacional para erradicar el opio de Afganistán no han funcionado, y el cultivo de la adormidera ha alcanzado las 6.100 toneladas según estudios de Naciones Unidas. Las provincias del sur, las más conflictivas, son las que mejores cosechas ofrecen, pero la ruta de salida hacia el mercado mundial es Herat, en plena frontera iraní.

Nada que funcione

En esta provincia se ha puesto en marcha el enésimo plan de lucha contra los narcóticos. Primero se ofreció dinero a los agricultores, no funcionó. Luego se optó por la vía violenta y se destruyeron campos enteros, pero tampoco funcionó. Ahora se trata de convencer a los campesinos de las cualidades y beneficios del azafrán, una misión que no dará resultados a corto plazo. La ONU, por su parte, también ha dado inicio a un proyecto de ayudas de medio millón de dólares a aquellas provincias limpias de plantaciones de opio.

«El kilo de azafrán se vende a 400 euros y el de opio a ochenta, así que económicamente puede ser interesante para nuestros agricultores, el problema es que debido a las condiciones climáticas no será posible su siembra en las provincias del centro, además son necesarias muchas hectáreas para sacarle rendimiento a esta especie», comenta el general Hafizullah, máximo responsable de la policía antinarcóticos de Herat.

Desde el Ministerio de Agricultura facilitan las plantas de azafrán de forma gratuita. El profesor Ab Rahim Omid, es asesor del Ministerio y uno de los principales impulsores de la nueva medida. «Necesita poca agua, es fácil de sembrar y mantener y una vez recogido, el transporte y exportación también son sencillos.

Interés occidental

Tenemos que lograr el interés de occidente en nuestro azafrán porque puede llegar a tener la calidad del iraní», opina este profesor, que informa de que en 2005 se recolectaron ochocientos kilos de azafrán en todo el país y cien de ellos se destinaron a la exportación. Estas cifras están aun muy lejos de las del opio, ya que el 87% de la adormidera que se consume en el mundo proviene de Afganistán.

«El problema del «popy» (opio) no se soluciona porque no interesa. Nosotros producimos, pero las mafias no son afganas, son extranjeras y especialmente pakistaníes. La solución es política, no militar. Ir directamente contra Pakistán», señala Hayatollah Haidarian, responsable de la campaña gubernamental contra las drogas en Herat. Este dirigente se muestra pesimista y ni la idea del azafrán le termina de convencer, «he visto tantas cosas en estos últimos años…».

El despacho de Haidarian es humilde. Una foto del presidente Karzai y una bandera afgana son los únicos elementos decorativos de una estancia grande y vacía. Ni teléfonos, ni ordenadores.

El sueldo medio de estos responsables locales de la lucha contra narcóticos es de cincuenta euros y la sombra de la corrupción es permanente sobre ellos. «Afganistán se ha convertido en un gran negocio. El dinero internacional llega y va directo a los bolsillos de los expatriados, a nosotros no nos llega nada y por eso hay compañeros que no tienen otro remedio que ceder a las presiones de las mafias», reconoce Haidarian.

El consumo en Afganistán no es público, pero resulta bastante sencillo comprar opio o heroína de primera calidad en las calles de cualquier ciudad de este país.

Lentitud

La comunidad internacional señala a la droga y a las armas en poder de los antiguos señores de la guerra como los principales obstáculos para la normalización del país y las campañas para luchar frente a ambos problemas avanzan a ritmo muy lento, «porque a nadie le interesa realmente acabar con los problemas de este país, es un negocio», critica Haidarian.
A la producción y el tráfico de sustancias ilegales, se le suma ahora además el consumo. Naciones Unidas calcula que un millón de afganos son consumidores habituales y las ONG que trabajan en la reconstrucción del país están emprendiendo nuevos proyectos dedicados al cuidado de drogadictos.

El profesor Ab Rahim Omid confía en que el azafrán acabe con este asunto a medio plazo «ya que su cultivo tiene más tradición que el opio y nuestros jóvenes campesinos apostarán por el cambio».