A pesar de las muchas evidencias que muestran
la importancia de la familia en la prevención de
las drogodependencias, lograr que los padres
y las madres se involucren y cooperen en los
programas de prevención familiar no es tarea
fácil. Las tasas de participación en estos casos
suelen ser mínimas, situándose en la mayoría de
los programas casi siempre por debajo del 20%,
con lo que la eficacia de tales intervenciones
se ve reducida significativamente. ¿Por qué los
padres y madres no cooperan más con estos
programas?

En este artículo, publicado por
la revista Drug and Alcohol Review, diversos
autores reflexionan sobre los factores de este
absentismo parental a través de una investigación
realizada en tres ciudades españolas.
En sintonía con otros trabajos, y con la propia
experiencia de quienes trabajan en este ámbito,
las conclusiones de este estudio revelan con
claridad que tanto los factores familiares de
riesgo asociados con el consumo de drogas en
los adolescentes, como los observados en la
baja participación de los padres son en realidad
los mismos. O, por decirlo, más claramente,
que las familias que presentan un mayor riesgo
asociado al consumo de drogas son aquellas que
tienden a implicarse menos en la prevención.
La investigación se desarrolló en Oviedo,
Gijón y León a partir de la aplicación de un
programa de prevención en el que se combinaban
la intervención en el medio escolar con
la intervención familiar. Para la realización del
estudio fueron seleccionados de modo aleatorio
un total de 485 alumnos de entre 12 y 14
años pertenecientes a tres centros educativos.
Antes de iniciarse el programa, a cada alumno
le fueron suministrados dos cuestionarios
diferentes. Uno de ellos consistía en la clásica
batería de preguntas sobre el consumo reciente
de diversas sustancias que el PNSD utiliza
periódicamente a través de su Encuesta sobre
Drogas a la Población Escolar. El otro constaba
a su vez de diversos instrumentos de medida de
variables familiares sobre cinco cuestiones: conflicto
familiar, lazos entre padres e hijos, comunicación,
estilo educativo y actitudes parentales
hacia las drogas. Tras acopiar la información
requerida, se inició el programa, orientado al
aprendizaje de habilidades y compuesto de
cinco sesiones semanales de noventa minutos
cada una. En este caso, se había previsto la
participación de los padres, para lo cual fueron
debidamente informados a través de una carta
a casa. Una vez finalizada la intervención, los
alumnos participantes trasladaron a sus padres
un pequeño cuestionario con aspectos relativos
a su grado de asistencia e interés mostrado
hacia el programa.

A tenor de las respuestas recibidas, la
participación de los padres resultó ser mínima.
Sólo un 79% de ellos respondió al cuestionario,
de los que, casi el 68% reconoció no haber
asistido a ninguna sesión. Al menos a una de las
cinco reuniones celebradas acudió el 19% de los
padres y sólo el 5% compareció en todas. De los
resultados del estudio se extrajo además que la
asistencia de los padres estaba estrechamente
relacionada con las variables de consumo de
drogas y las variables familiares. Por su parte,
el número de hijos, el nivel educativo de los
padres, el grado de importancia atribuido a las
actividades en cuestión o la experiencia previa
con otros programas de prevención, resultaron
también ser factores predictivos de la participación
parental. Los padres que más se implicaron
en el programa tenían más hijos y un nivel educativo
más alto, poseían una experiencia pasada
satisfactoria con programas de prevención y
además, iban, con mayor frecuencia que los
otros padres, a las reuniones escolares convocadas
para tratar otras materias.

Bien porque los padres fracasan a la hora
de percibir qué riesgos son los que, en relación
a las drogas, afectan a sus hijos, bien porque
se consideran a sí mismos perfectamente
competentes para prevenir este problema, el
caso es que la exigua participación detectada
aquí, lejos de ser una excepción, está en perfecta
consonancia con resultados de estudios
previos. Tras una revisión de la literatura
anglosajona existente sobre la materia, los
autores del presente artículo encuentran que
los resultados en el Estado español son los
mismos que los de estudios de otros países.
¿Qué se puede hacer para aumentar la
participación de los padres? Dada la eficacia
demostrada por la prevención familiar, ya sea
para eludir o para reducir el consumo de drogas
durante la adolescencia, los autores de este
estudio defienden la necesidad de hallar nuevas
estrategias encaminadas a mejorar la implicación
de los padres en este tipo de intervenciones
y, muy especialmente, a obtener la de aquellos
en los que son detectados un mayor número
de factores de riesgo. Así pues, entre las alternativas
barajadas se mencionan la intervención
selectiva con grupos de riesgo, la fijación de
acciones que no requieran de una asistencia
física estricta, el desarrollo de actividades que
fomenten en los padres una mayor concienciación
acerca de la susceptibilidad de sus hijos
frente a las drogas o, incluso, el uso de determinados
incentivos para favorecer la participación
en los programas de prevención familiar.

BIBLIOGRAFÍA

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