Se reseñan aquí dos estudios diferentes,
ambos provenientes de los Estados Unidos,
que han analizado el impacto de los programas
de intercambio de jeringuillas en una serie de
conductas de riesgo para la transmisión del
VIH-Sida. Se presta especial atención a la frecuencia
del consumo inyectado, ya que la posibilidad
de que la dispensación de jeringuillas
pueda incitar a su iniciación o mayor utilización
ha sido uno de los aspectos más criticados por
los detractores de este tipo de programas.

El primero de los estudios se realizó en
Chicago entre 1997 y 2002, y participaron
en él 707 usuarios de drogas por vía parenteral
(UDVP) que fueron entrevistados en tres
ocasiones, con intervalos de un año entre las
diferentes entrevistas. Entre los participantes
se incluyeron 591 personas usuarias del programa
de intercambio de jeringuillas de su
localidad y 116 que nunca habían utilizado el
servicio, lo que permitió comparar la frecuencia
del consumo inyectado entre unos y otros.
El segundo artículo reseñado corresponde
a un meta-análisis en el que se incluyeron 31
estudios en los que se analizaba la relación
entre la participación en programas de intercambio
de jeringuillas y 36 variables independientes
relativas a 5 tipos de conducta de
riesgo: la frecuencia de consumo inyectado, el
consumo en circunstancias de riesgo, las conductas
de riesgo en la manipulación de la droga,
la reutilización de jeringuillas y la utilización
compartida de la parafernalia de inyección.

Ambos estudios coinciden en señalar que
no existe relación entre la utilización de los
programas de intercambio de jeringuillas y la
frecuencia con la que los UDVPs se inyectan,
con lo que cabe afirmar que los programas de
intercambio, o la disponibilidad de jeringuillas,
no influye en la elección de la vía de consumo.

Sí se observaron diferencias significativas, por
el contrario, en cuanto a la edad y a la frecuencia
de consumo. Los usuarios más jóvenes y
aquellos que se inyectaban con menor frecuencia
en la primera entrevista fueron los que en
mayor número dejaron de inyectarse en algún
momento en el periodo de seguimiento.
En total, 116 de los 707 participantes del
primer estudio dejaron de inyectarse en algún
momento durante el periodo de investigación
y dicho abandono tuvo una duración media de
16 meses. Para la mayoría de estas personas,
la cesación del consumo inyectado, lejos de
representar una transición hacia otras vías
de consumo, supuso un cambio hacia la total
abstinencia. Por otra parte, aquellos usuarios
que continuaron inyectándose redujeron, por
término medio, en un 12% anual la frecuencia
de este tipo de consumo. La persistencia del
consumo inyectado se dio sobre todo en usuarios
de mayor edad, con una duración media
del consumo más elevada, para quienes, en
consecuencia, abandonar el consumo resulta
especialmente difícil.

Al margen de la frecuencia del consumo
inyectado, el segundo estudio detectó un
impacto positivo de los programas de intercambio
de jeringuillas en la utilización compartida
de instrumentos de inyección (cuchara,
algodón, agua o filtro) y en la reutilización de
jeringuillas. En ambos casos, los usuarios de
programas de intercambio asumieron menores
riesgos. También se observó un efecto positivo,
aunque pequeño, en las conductas de riesgo
relacionadas con la preparación de la droga. Así,
los participantes en programas de intercambio
de jeringuillas se mostraron menos proclives a
la técnica del “bombeo”, mediante la cual se
reabsorbe parte de la droga inyectada antes
de volver a inyectársela, o al backloading, que
supone la utilización de una jeringuilla (en
ocasiones usada) como recipiente desde el que
cada miembro de un grupo de usuarios absorbe
la cantidad de droga que le corresponde.

Los programas de intercambio, por el contrario,
no se mostraron efectivos a la hora de
disminuir las conductas de riesgo relacionadas
con el contexto. En este caso, no se observaron
diferencias significativas entre los usuarios
de los programas de intercambio, y los que no
lo eran, a la hora de evitar conductas como
inyectarse a pesar de no disponer de agujas
limpias, inyectarse en espacios públicos o
inyectarse encontrándose solo/a.

A la vista de los resultados –concluye el
estudio– parece evidente que los programas
de intercambio de jeringuillas consiguen reducir
algunos de los riesgos asociados al consumo
de drogas por vía intravenosa, y ello sin
aumentar la frecuencia de utilización de esta
vía de consumo.