En la inauguración del XII Congreso Nacional de la Sociedad Española de Toxicomanías, y como no podía ser de otra forma, se avivó el fuego del debate sobre la conveniencia o no de la retirada del proyecto de ley del alcohol. La opinión de expertos como José Carlos Pérez de los Cobos, de la Unidad de Conductas Adictivas del Hospital del Sant Pau de Barcelona y presidente del comité organizador del congreso, fue contraria a la decisión del Ministerio de Sanidad y Consumo, aduciendo que la exposición de los adolescentes al alcohol abre la puerta a nuevas adicciones. Una posibilidad absolutamente negativa si se tiene en cuenta que «los jóvenes todavía no tienen desarrollado el lóbulo frontal, por lo que su capacidad de control y de valoración de las consecuencias de los actos es muy limitada», precisó Pérez, a quien respaldó el resto de participantes en la sesión inaugural, los cuales recordaron que el daño que provocan las drogas, ya sean legales o ilegales, es mucho mayor en adolescentes que en adultos. Por todo ello, tanto Pérez como Rafael Maldonado, catedrático de Farmacología de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, destacaron la necesidad de retrasar lo más posible la edad de debut del adolescente en la toma de tóxicos, partiendo de la base de que el consumo de drogas en edades tan tempranas revierte negativamente en las etapas adultas.

Por su parte, el subdirector general de Drogodependencias del Departamento de Salud de la Generalitat de Cataluña, Joan Colom, y la delegada del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas, Carmen Moya, señalaron que un 14 por ciento de hombres y un 4,2 por ciento de las mujeres de 15 a 24 años de edad son bebedores de riesgo, lo que supone más de 28 bebidas semanales en el hombre y de 17 en la mujer, por lo que es preciso poner en marcha mecanismos que favorezcan la desintoxicación. Sobre este particular, y en base a datos catalanes, Colom afirmó que, durante 2005, de las más de 14.000 personas que iniciaron un tratamiento desintoxicador, el 40 por ciento lo hizo por el consumo de alcohol, y un 27 por ciento por el de cocaína.

Al margen de estas consideraciones, más políticas que científicas, el congreso contó con ponencias de máxima actualidad, como la ofrecida por Thomas Kosten, del Baylor College of Medicine (EEUU), quien apuntó las posibilidades de la vacuna contra la cocaína. Este especialista recordó que el desarrollo de este tipo de fármacos se centra en el campo de la inmunología, y que su objetivo es conseguir que el sistema inmunitario humano considere la cocaína como un elemento a combatir. Kosten señaló que estas vacunas consiguen unir los anticuerpos a la cocaína, creando moléculas lo suficientemente grandes como para impedir que atraviesen la barrera hematoencefálica, y por lo tanto, que la cocaína haga efecto. Este experto señaló que los ensayos que se están realizando en humanos han ofrecido resultados esperanzadores, evitando la aparición de efectos indeseables de importancia. «El problema radica —continuó Kosten— en que la respuesta inmunológica es tremendamente variable según el sujeto al que se aplica esta vacuna, por lo que los resultados también son dispersos». El experto subrayó que la vacuna es bien tolerada y segura en combinación con la cocaína, que se producen anticuerpos en el 50 por ciento de los voluntarios incluidos en los ensayos, y que se observa un descenso sustancial de la intoxicación por cocaína, pero dudó que ésta sea una solución a corto plazo contra el consumo de esta sustancia.

El congreso también debatió sobre los resultados que se están cosechando en la lucha contra la adicción al tabaco. En este sentido, M. C. Pinet, del Servicio de Psiquiatría del Hospital Sant Pau de Barcelona, presentó unas interesantes conclusiones sobre el papel de los antagonistas de los receptores cannabinoides y otros tratamientos farmacológicos.

En la misma línea, otros expertos señalaron que desde el lanzamiento del bupropión, en 1997, se ha abierto una nueva vía de actuación en el tratamiento de esta adicción, iniciándose numerosas investigaciones sobre la acción de la nicotina en los circuitos cerebrales de refuerzo y recompensa. El último fármaco comercializado en este apartado es la vareniclina, que se lanzó a principios de año.

Asimismo, los asistentes al encuentro pusieron de manifiesto que en la actualidad se están estudiando diversos fármacos útiles en la dependencia de la nicotina que actúan en las vías cerebrales implicadas en los circuitos de recompensa, incidiendo en los receptores acetilcolinérgicos nicotínicos, en las vías aminérgicas y serotoninérgicas, en el sistema opioide y en el gabaérgico. «Una vía muy prometedora es la del sistema cannabinoide —aseguró Pinet—. Los fármacos que se están desarrollando en esta línea de investigación, fundamentalmente como antagonistas, están ofreciendo una línea prometedora en el tratamiento de la dependencia a la nicotina».