La política de tolerancia sobre la venta de drogas blandas y la desaparición de los controles fronterizos como parte del proyecto de unificación europea, ha ocasionado un alud de extranjeros consumidores de marihuana y hachís.

Las ciudades cercanas a la frontera con Bélgica, como Terneuzen y Maastricht, son dos de las más afectadas por la masiva llegada de visitantes.

Tan sólo el puerto industrial de Terneuzen, situado a una hora de Bruselas y a menos de tres de París, registra todos los días la visita de entre 2.000 y 2.500 consumidores de drogas.

En su mayoría son belgas, 1 de cada 2 que entra a un café y franceses, 1 de cada 3, y tienen un promedio de 27 años de edad, según una investigación de la Universidad de Gante.
Y al igual que todo habitante en Países Bajos, tienen el derecho a comprar un máximo de 5 gramos de marihuana por persona en un café.

En Terneuzen hay dos locales de este tipo, Miami y Checkpoint, por lo que la mayoría aprovecha el viaje para llevarse hasta 10 gramos de la planta.

«La mayoría de los visitantes de los coffeeshops son gente como tú y como yo, son jóvenes, tienen empleo, y antes de que comience el fin de semana, vienen a Terneuzen a comprar drogas blandas para hacer su fin de semana más placentero», explica a BBC Mundo, Dirk Timmers, de la Alcaldía de Terneuzen.

«Son gente normal, así que ese no es el problema, el problema es que son demasiados», asegura el funcionario.

Así que el mayor problema no tiene que ver con la incomodidad que podría generar entre los habitantes de la localidad la presencia de miles de consumidores de drogas, sino con el tráfico vehicular y la saturación de los estacionamientos, detalla un análisis de la Alcaldía de Terneuzen.

La magnitud del problema podría compararse con la celebración diaria de un gran evento en el corazón de la ciudad, precisa el reporte.

Alternativa

Para Terneuzen el cierre de los cafés no es la solución al llamado «narcoturismo».

La administración local comparte la visión nacional de que el problema de las drogas nunca desaparecerá y que la mejor solución está en reducir el daño tanto como sea posible manteniendo alejado al consumidor de sustancias como la cocaína y la heroína.

Sin embargo, Terneuzen acepta que urge encontrar una solución y como primera medida instalará señalamientos viales con la leyenda «Dirección Coffeeshop» para facilitar el acceso del conductor al punto de venta y evitar que ande extraviado por la ciudad.

Aunque otras ciudades afectadas, como Maastricht, son partidarias de acciones más radicales.

El alcalde de Maastricht, Gerd Leers, determinó expulsar del centro de la ciudad 8 de los 15 cafés y reubicarlos en dirección a la frontera con Bélgica, lo que ha detonado un sensible conflicto diplomático con las autoridades vecinas.

El todavía primer ministro belga, Guy Verhofstadt, ha criticado con firmeza la decisión y advirtió que llevará el caso ante el Tribunal Europeo de Justicia.

Las ciudades flamencas cercanas a la frontera con Maastricht temen que la reubicación de los establecimientos genere criminalidad y posiblemente la llegada de drogas duras.

Pioneros

El gobierno holandés estremeció al mundo en 1972 cuando presentó su nueva política de drogas que daría origen a los polémicos locales de venta de mariguana y hachís conocidos popularmente como coffeeshops.

«La política de reducción del mal» fue anunciada tras concluir que nunca se ganaría la guerra contra las drogas y que había que encontrar una alternativa a la plaga de la heroína que en ese entonces afectaba a más de 7.000 holandeses, de los cuales el 14% tenía menos de 22 años.

De acuerdo con el ministerio de Justicia, actualmente operan en el país 370 establecimientos de este tipo y por ley no deben tener en el mostrador más de 500 gramos de droga, es decir, para un máximo de 100 clientes.

Con los años, algunos de estos cafés se han convertido en verdaderos imperios. Tal es el caso de «Checkpoint» en Terneuzen, que recibe diariamente a más de 2.000 clientes y estaría facturando por lo menos US$700.000 mensuales.

«No hay duda de que nuestra fama rebasa fronteras de que somos el coffeeshop número uno», declaró a BBC Mundo uno de los 10 empleados que trabajan detrás del mostrador equipado con tableros digitales en francés, inglés y holandés para facilitar la elección del consumidor.