En términos de «andar por casa» podría decirse que es la «Supernnany» de los adolescentes. Se trata de un programa denominado «Familias que funcionan» (FqF), cuyo objetivo es prevenir el consumo de drogas entre ellos. Un proyecto, que además de haber demostrado en un nuevo estudio que cumple eficazmente con este objetivo, ayuda también a solventar muchos otros conflictos que surgen entre padres e hijos.

José Manuel Errasti, del Grupo de Conductas Adictivas de la Facultad de Psicología de la Universidad de Oviedo y uno de los creadores de «Familias que funcionan» explica a elmundo.es que «la iniciativa forma parte de un proyecto europeo conocido como «My strong family» («Mi fuerte familia»), que trata de adaptar el programa original estadounidense «Strengthening Families Program» (Fortaleciendo familias), SPF de 10 a 14 años)a los distintos países europeos participantes».

Realizado en la Universidad de Iowa, para el Instituto Nacional de Abuso de Drogas norteamericano, el SPF nace con el propósito de prevenir el consumo de tabaco, alcohol y otras sustancias, así como los problemas de conducta durante la adolescencia.

Permite intervenir en factores de riesgo a nivel individual (agresión, desórdenes de conducta, depresión, entre otros), familiar (abuso, castigos excesivos, disciplina ineficaz…), académico (absentismo) o de relación con los compañeros. Ofrece también factores de protección, potenciando la autoestima del adolescente y sus habilidades, estrechando la comunicación entre padres e hijos, fomentando la organización familiar y protegiendo a los escolares de la influencia negativa de los compañeros.

La versión española del SPF acaba de demostrar su efectividad en un trabajo, publicado en el último «Psicothema». Los investigadores invitaron a participar en el programa a 380 familias con hijos de 12 a 14 años de cuatro Institutos de Enseñanza Secundaria públicos de Asturias en Cudillero, Gijón, Pola de Siero y Oviedo.

«Finalmente sólo acudieron a alguna de las sesiones 26 de ellas. Lamentablemente, la intervención de los padres en estos programas es siempre muy escasa y España no es una excepción. En parte por la persistencia de ciertos prejuicios, por escepticismo o porque los padres se sienten amenazados y creen que van a ser tachados de malos educadores. Sin embargo, una vez que asisten se dan cuenta de su utilidad», comenta el profesor Errasti.

«Familias que funcionan» se imparte en siete sesiones de dos horas de duración. «En la primera, el grupo de padres (aunque han sido las madres las que han acudido en mayor medida) y el de hijos se reúne por separado con un monitor. En la segunda hora se convoca a todos juntos para la realización de una serie de actividades en común. Entre los dos y seis meses después de finalizar estas sesiones, se llevan a cabo otras cuatro de mantenimiento. Para evaluar el programa, realizamos un seguimiento de dos años a las familias participantes», comenta Susana Al-Halabí, del Centro de Investigación Biomédica en Red de Salud Mental, CIBERSAM y una de las firmantes del estudio.

Las sesiones para los jóvenes se centran en el fortalecimiento de la búsqueda de metas, en el manejo del estrés y las emociones fuertes, en las habilidades de comunicación, en el aumento de la conducta responsable y en la mejoría de las habilidades para manejar la presión de los compañeros.

Marcar límites con cariño
El grupo de padres en cambio charla sobre la importancia de atender cariñosamente a los hijos sin dejar por ello de marcar reglas, de supervisar el comportamiento, de aplicar disciplina de forma apropiada. Se reflexiona sobre el establecimiento de las normas de la casa, las alabanzas de las buenas conductas, el establecimiento de buenas relaciones y la protección de los chavales contra el abuso del alcohol y las drogas.

En cuanto al tipo de actividades que se practican, en las sesiones de padres se incluyen vídeos para debatir, en donde se reflejan interacciones positivas y negativas con los chicos, mientras que en las familiares, además de las deliberaciones entre padres e hijos, se realizan juegos, manualidades, entre otras cosas, para comprender los roles familiares y entedenderse y apoyarse los unos a los otros.

Los datos «arrojan claros indicios de que la asistencia continuada a la mayoría de las sesiones de FqF es eficaz para reducir el incremento de consumo de alcohol, tabaco y otras drogas que habitualmente se registra durante la adolescencia. El resultado parece razonable, ya que para modificar ciertos estilos educativos o para aprender nuevas conductas relacionadas con la supervisión, la comunicación, el refuerzo o el castigo de los hijos es necesario ensayar tales situaciones, repasar las dudas y formarse con cierta consistencia tal y como se hace en los programas protocolizados como el FqF», determinan las conclusiones del trabajo.

Susana Al-Halabí argumenta que «además de la satisfacción mostrada por los participantes, lo cierto es que el hecho de que padres y madres trabajen juntos en sesiones fuera del hogar les proporciona una visión distinta de las situaciones. Trabajamos mucho con la empatía, y con otras habilidades que mejoran el entendimiento entre padres e hijos».

Pese a que muchos de los asistentes han solicitado poder seguir con el programa y pese, también, a la eficacia del mismo su desarrollo e implantación a nivel nacional está paralizado por falta de subvenciones. «FqF y la investigación publicada fue posible por la aportación económica de la Delegación del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas», destaca José Manuel Errrasti.