• Algunos tumores, trastornos cardiovasculares están relacionados con el alcohol
  • En Rusia, la bebida está detrás del 52% de las muertes prematuras
  • La revista «The Lancet» pide más compromiso para frenar este problema de salud pública

Una copa después del café de la comida. Una cerveza a media tarde. Otras cañas al salir del trabajo, que se unen ya con los cubatas de la noche. Y así, una semana tras otra hasta que un día el individuo descubre que ha desarrollado un trastorno por culpa de la bebida. Un nuevo análisis, con datos de 10 países, señala que el alcohol causa una de cada 25 muertes en el mundo y es responsable del 5% del total de las enfermedades.

Sin embargo, a pesar de que su impacto en la salud es tan negativo como el del tabaco, tanto la Organización Mundial de la Salud (OMS) como los gobiernos son muy permisivos con esta sustancia, según critica un número especial de la revista «The Lancet» sobre el tema.

El alcohol forma parte de la cultura humana desde el principio de su historia. Una arraigada tradición no exenta de problemas. El doctor Jürgen Rehm, del Centro de Adicciones y Salud Mental de Toronto (Canadá), escribe en el primero de los artículos que el volumen de alcohol ingerido y los patrones de consumo son las dos dimensiones que más influyen en la salud. Y, en ambos aspectos, Europa se lleva la palma, con una de cada 10 muertes atribuibles directamente al alcohol, una cifra superior a la de los otros continentes. Según los investigadores canadienses, la media de consumo de alcohol a nivel global equivale a 6,2 litros puros de etanol (el principal compuesto de las bebidas alcohólicas) o a 12 unidades por persona a la semana. En Europa, la media es de 11,9 litros de etanol. Le sigue NorteAmérica, con 9,4 litros. En todos los países, los hombres beben más que las mujeres.

«Algunas enfermedades, como un trastorno del hígado, han sido creadas por el alcohol, de tal manera que si no se bebiera no existirían», señala el doctor Rehm. «Y entre las que ya existen pero que se ven muy potenciadas por la bebida se encuentran los tumores de boca y garganta, el cáncer colorrectal, la depresión, el infarto y otros problemas cardiovasculares, cirrosis y diabetes», añade.

Pero no son los únicos daños originados por el alcohol. Los accidentes de tráfico, los crímenes violentos, los comportamientos sexuales de riesgo y los suicidios esconden muchas veces un alto grado de alcohol en sangre.

En cuanto a los grupos más afectados, los científicos apuntan a que son los jóvenes, de ambos sexos, los que se ven más perjudicados por los efectos del alcohol y éste es responsable de una gran proporción de muertes prematuras en los individuos entre 15 y 29 años.

Subir el precio, una medida eficaz

En otro trabajo publicado en la misma revista, el Doctor Peter Anderson de la Universidad de Maastricht (Holanda) y su equipo analizan una por una las mejores medidas para tratar de reducir el consumo de alcohol y, como consecuencia, sus efectos dañinos en la salud. Tras reconocer que los países han hecho poco para controlar la situación, estos investigadores concluyen que «encarecer el alcohol y hacerlo menos accesible y prohibir cualquier tipo de publicidad relacionada con este producto son las dos medidas con mejor relación coste-eficacia».

Después de su análisis, basado en datos de la Organización Mundial de la Salud, aportan cuáles son las seis mejores políticas que pueden aplicar aquellos países donde el alcohol se puede consumir fácilmente.

En primer lugar citan la importancia de fijar un impuesto mínimo para todas las bebidas con alcohol (aunque reconocen que la existencia de un creciente mercado ilícito de bebidas alcohólicas complica la implantación de esta iniciativa). También plantean que el Gobierno tenga el monopolio de las ventas de alcohol o, en su defecto, establecer un sistema de licencias que regule la edad y las horas de venta, bajo multas importantes si no se cumplen, y que se prohíban totalmente los anuncios directos e indirectos de alcohol -que ahora se promocionan incluso en eventos deportivos-.

Fijar una concentración máxima de alcohol en sangre para poder conducir, mejorar la ayuda ofrecida por los especialistas de Atención Primaria y establecer programas educativos son otras medidas que pueden ayudar, aunque no han mostrado tanta eficacia como las anteriores.

«A pesar de los paralelismos existentes entre el alcohol y los cigarrillos, parece que los gobiernos no ven de la misma manera a ambos productos», escribe en un comentario Robert Beaglehole, de la Universidad de Auckland (Nueva Zelanda). Pero a la vista de estas evidencias sobre todos los especialistas que firman en «The Lancet» unen su voz para pedir mayor implicación de los políticos y de las instituciones para atajar el problema y piden que se establezca una Convención de Control del Alcohol, al igual que se hizo con el tabaco.

El vodka, la condena de los rusos

Si hay un país en el que el alcohol causa estragos, ése es Rusia. En los últimos años el exceso de alcohol ha sido responsable del 52% de las muertes prematuras en los hombres de entre 15 y 54 años. Actualmente, la tasa de mortalidad rusa para las personas en esta franja de edad es cinco veces más alta que en el resto de Europa para los varones y tres veces superior en el caso de las mujeres. «Sin el alcohol, el índice de mortalidad sería sólo un poco más elevado, pero no llegaría ni a doblar la media europea», afirma Richard Peto, de la Universidad de Oxford (Reino Unido), que ha realizado una investigación con más de 60.000 ciudadanos en las ciudades de Tomsk, Branaul y Biysk.

La posibilidad de que un chico de 15 años muera en Rusia antes de cumplir los 35 años es del 10% y de que fallezca antes de llegar a los 57 es del 27%. En Europa Occidental este riesgo es del 2% y el 6%, respectivamente. La diferencia de cifras se debe, en gran parte, al consumo de vodka, la bebida que más gusta a los rusos.

El alcohol es una gran fuente de ingresos para el país. Por eso todos los esfuerzos por controlar y reducir su consumo han encontrado siempre mucho rechazo. La principal reforma la llevó a cabo Gorbachov en 1985. Redujo la producción y limitó las ventas, lo que contribuyó a salvar un millón de vidas y a aumentar la esperanza de vida en dos años. Sin embargo, estos logros acabaron con el colapso sufrido por la Unión Soviética en 1991, cuando el consumo, las muertes y los accidentes volvieron a escalar posiciones. En 2005, el entonces presidente Putin, consciente de que 40.000 rusos fallecen cada año por culpa del alcohol (aunque las estimaciones elevan esta cifra hasta los 600.000), introdujo una legislación para limitar las ventas, pero aún hay que hacer mucho más.

Lo primero, según los autores, es frenar la producción ilícita de bebidas y de vodka, fundamentalmente, que supone el 50% de todo el alcohol que se consume en el país.