Morfina, Omeprazol, Dex-Ibuprofeno, Lyrica… y así una larga lista de medicamentos «dopantes» necesarios para que Francisco Marín Gálvez se levante de la cama. Este joven gaditano, de 35 años, denuncia lo que considera «un suplicio» en su día a día, sin que desde la Administración pública, «lejos de facilitarme las cosas, me ayuden».

Francisco Marín fue sometido en 1992 a una operación en la espalda por artrodesis, además de tener «tres discos en la columna totalmente gastados y la consiguiente disminución de la capacidad pulmonar». Desde el año 95, tiene reconocida una minusvalía física del 68 por ciento, lo que le posibilitó ser contratado en la ONCE como vendedor de cupones, pero los dolores y la atrofia degenerativa que asegura sufre le impide desarrollar su trabajo con normalidad.

Durante diez meses, la Inspección Médica le concedió una baja laboral por los fuertes dolores que sufría y comprobar que la dosis de morfina aumentaba paulatinamente por prescripción facultativa. Francisco ha pasado de consumir 6 miligramos de morfina al día a los 40 actuales. Una dosis que, a su juicio, «me dejan drogado, con poca capacidad de actuar».

Pese a los informes médicos, la operación y el tratamiento, con asistencias a la Clínica del Dolor del hospital universitario Puerta del Mar, la Inspección Médica de Cádiz «me obliga a incorporarme» al trabajo. «Mis reclamaciones no sirvieron para nada. Los dolores, mareos y vómitos» no fueron suficientes para convencer a la inspectora de mantenerme de baja».

La teoría Campanario

Francisco asegura que las exigencias para conceder las incapacidades se endurecieron después del caso Campanario, cuando se destapó una trama de falsificación de pensiones de incapacidad. A juicio de Francisco «es normal que vigilen estas situaciones, pero no que paguemos todos por igual, sobre todo cuando no puedo estar de pie para desarrollar mi trabajo, ni siquiera para llevar una vida normal».

Se confiesa «desesperado» y «humillado» por el trato recibido por parte de una inspectora médica, a la que «tras contarle que la lesión que padezco es degenerativa y que me podría casi seguro llevar a quedarme impedido en un silla, me responde que en la ONCE, donde trabajo, hay muchos compañeros en silla de ruedas y ninguno se ha muerto».

A esta situación, a su juicio, de «indefensión», Francisco se lamenta aún más al conocer por parte de algunos especialistas médicos que su estado justificaría una incapacidad laboral, además de un seguimiento exhaustivo de su evolución física, por el carácter degenerativo de su enfermedad.

Junto al mal físico, suma, además, el alto coste que para enfermos crónicos como él tiene el tratamiento de morfina y otros medicamentos, además de las dificultades para acceder a la medicación en caso de urgencia.

Francisco denuncia que tras quedarse sin morfina, «por una mala previsión mía», reconoce, tuvo que recorrer varios centros de salud de la capital gaditana para poder adquirir, sin éxito, el medicamento, además de que «me lo rechazaran en Urgencias del hospital Puerta del Mar».

En unos no tenían la medicación y en otros no contaban con recetas para estupefacientes. En ese periplo, de una noche de festivo sin medicación, Francisco asegura que «afortunadamente en la planta del centro hospitalario, donde atienden a los parapléjicos, se apiadaron de mí y me dieron dos pastillas de sulfato de morfina».

Francisco reconoce que su situación puede ser similar a la de otras personas, pero espera mayor atención de las administraciones, además de puntualizar que es su mujer, que vive en Valencia con sus hijos, la que «me envía por correos la medicación, porque allí es mucho más barata que en Andalucía».

Respuesta de Salud

Desde el Servicio Andaluz de Salud (SAS) han confirmado a ELMUNDO.es que no es fácil conseguir medicamentos opiáceos como la morfinay que «el protocolo se sigue estrictamente, ya que estamos hablando de estupefacientes y no se pueden facilitar libremente a todo aquel que llegue a los servicios de urgencia reclamándolo».

Añaden que «es normal que los médicos de guardia, si no conocen al paciente, no le faciliten morfina. Si se la dieron en planta en el Puerta del Mar, concretamente en la Clínica del Dolor, es porque sí le conocían y tenían su historial ya que había sido tratado anteriormente».

Por su parte, fuentes de la Unidad de Valoración Médica de Cádiz aseguran que los solicitantes de una incapacidad deben pasar un examen exhaustivo para conseguir la baja. En el caso de Francisco Marín, «la propia invalidez que tiene reconocida, que le posibilita trabajar en la ONCE, se contradice con la posibilidad de poder obtener una incapacidad y, por tanto una baja laboral permanente». Justifican la decisión en que «su trabajo depende precisamente de esa invalidez».