Los problemas cardiovasculares pueden originarse a muy temprana edad, incluso en niños de cuatro o cinco años, a causa del humo del tabaco. Así lo acaba de mostrar un estudio realizado en Alemania y en el que se ha tomado la tensión arterial a más de 4.200 escolares de educación primaria.

Aquellos cuyos padres fumaban -uno de los dos o ambos-, tenían más posibilidades de tener la presión sanguínea ligeramente más elevada, una circunstancia que podría arrastrarse hasta la edad adulta y, eventualmente, contribuir a la aparición de auténticos problemas asociados al sistema circulatorio, como ictus o infartos.

«El tabaquismo de los padres no sólo es perjudicial para el funcionamiento pulmonar de los niños, sino que representa un riesgo para su futura salud cardiovascular», en palabras de Giacomo Simonetti, principal autor del estudio desde la Universidad de Heidelberg (Alemania) y el hospital pediátrico de Berna (Suiza). «La prevención de enfermedades adultas como el infarto cerebral o el ataque al corazón comienza durante la infancia».

La investigación, publicada en la revista «Circulation», se basó en los resultados de una revisión médica escolar en la ciudad de Heidelberg y sus alrededores, en niños de ambos sexos con una media de edad de 5,7 años.

Factores de riesgo

Los resultados reflejan que los niños expuestos al humo del tabaco en casa tienen un 21% más de probabilidades de tener la tensión alta -entendida como aquélla que les sitúa entre el 15% de los que presentan las cifras más elevadas-, después de ajustar otros parámetros que podrían causar este efecto, tales como el sobrepeso o un historial familiar de hipertensión.

El aumento asociado al tabaquismo paterno resultó más significativo en la tensión arterial sistólica -conocida comúnmente como «la alta»-, la cual se incrementaba una media de 1,0 milímetros de mercurio (mm Hg). En cuanto a la tensión diastólica -o baja-, los niños expuestos al humo presentaron 0,5 milímetros más de media.

Los niños que presentan otros factores de riesgo y, además, están expuestos al tabaco, arrojaron niveles de tensión aún mayores. «La media de la presión sanguínea aumentaba en proporción a la acumulación de factores», explica Simonetti. Por otra parte, las madres fumadoras, aunque eran menos que los padres, tuvieron un efecto mayor sobre sus hijos, lo que probablemente se debió a que pasaban más tiempo en casa.

¿Prohibido fumar en el coche?

Otra investigación relacionada, que también se presenta esta semana, ha repasado la literatura científica referente al efecto del tabaco sobre los niños que viajan en coches de fumadores. Aunque no se han encontrado resultados definitivos sobre si el humo es más nocivo que en otros espacios cerrados, los autores concluyen que el principio de precaución aconseja que se prohíba fumar en vehículos donde van niños.

«Los datos relevantes son densos y complejos, pero es posible extraer una conclusión simple», señalan Ray Pawson, de la Escuela de Sociología y Política Social de la Universidad de Leeds (Reino Unido), y sus colaboradores.

El informe, publicado en la revista «Canadian Medical Association Journal», recuerda que en los coches donde se ha fumado se generanconcentraciones de partículas nocivas «que rara vez se obtienen en el ámbito de los estudios de calidad del aire».