Ocurrió en la madrugada del 14 de septiembre. La Sûreté del departamento de Altos de Sena, al oeste de París, realizó una amplia redada contra el consumo de estupefacientes en los municipios de la alta burguesía que circundan el Bois de Boulogne. Además de a los traficantes, tenían en el punto de mira a una serie de compradores a gran escala. Y en su lista de objetivos figuraba el presentador de la cadena televisiva pública France 2, que se gastaba mensualmente varios miles de euros en coca, según datos de la investigación.

A Jean-Luc le sacaron de la cama a las 6.00 de la madrugada con una orden de registro y no le dio tiempo a deshacerse de la mercancía. Puesto en libertad bajo fianza al mediodía, de poco sirvió que pidiera perdón en directo, esa misma noche, ante millones de telespectadores: «Que me disculpen aquellos a quienes he decepcionado, asumo que tengo un problema, estoy en tratamiento y confío en las segundas oportunidades».

Su confesión pública al más puro estilo estadounidense, en mitad del programa que dirigía, «Toute une histoire», conmovió a todos menos a sus superiores. Al día siguiente, la dirección de France Télevisions le cesó fulminantemente y confió las riendas del «magazine» diario a Sophie Davant. «El arresto y más que probable procesamiento de Delarue no son un buen ejemplo para nadie», explicó un portavoz.

Para quienes no conozcan al personaje, diremos que el flaco y gafudo Delarue (París, 1964) ha sido, durante las últimas décadas, uno de los presentadores más populares y mejor pagados del Hexágono, además del dueño de Réservoir Prod, la productora líder del país en programas de entretenimiento. Empezó a finales de los 80, en algo tan trivial como el Top 50 –la lista de los singles más vendidos–, y terminó controlando un pequeño imperio mediático. O sea, una mezcla de José Luis Moreno y Emilio Aragón con la mala leche de Pepe Navarro y el punto perverso de niño bien acanallado. ¿Qué vería en él nuestra admirada Inés Sastre, que le escogió como compañero sentimental durante algún tiempo? Lo desconocemos.

El caso es que Delarue se ha ido metiendo en líos en los últimos años, debido a sus excesos con el alcohol y el polvo blanco. En febrero de 2007, su comportamiento agresivo durante un vuelo a Johannesburgo le supuso, de regreso a Francia, una detención y tres denuncias del personal de cabina. Durante la ceremonia de los Globos de Cristal 2009, que él mismo presentaba, se le ocurrió gastarle a la escritora Yamina Benguigui una broma soez sobre sus voluminosos senos que tuvo que reparar, dos días después, excusándose públicamente. Y ahora esto.

Pero nuestro personaje es un hombre de recursos. Tras varios meses de tratamiento en Suiza para superar su drogodependencia, en enero se presentó limpio en el programa nocturno «Complément d enquête» de France 2 (¡cómo le gustan a este hombre las cámaras!) y anunció la creación de la Fundación Reservoir (www.fondationreservoir.org), una entidad benéfica de «ayuda a las personas con sufrimiento psicológico y social». Pero, sobre todo, presentó su particular Tour de Francia: una «campaña de prevención contra las adiciones» en la cual visita colegios e institutos de toda la geografía francesa, iniciada el pasado 24 de febrero en el Lycée Le Likès de Quimper (Bretaña).

«De joven me faltó información. Y eso ocurre igual ahora con los chicos. Fue a su edad cuando yo empecé a tropezar», explicó el presentador. La gira, que tiene fechas anunciadas hasta abril, consiste en lo siguiente: «dos o tres veces por semana, me desplazo en una autocaravana para visitar una treintena de centros de enseñanza por todo el país». Por la mañana, encuentro con los alumnos y, por la tarde, con los padres.

Jean-Luc no está solo en este periplo y suele acompañarse de ex toxicómanos como Maxime, 19 años, enganchado al cannabis durante cuatro años, con un consumo tan exagerado que afectó gravemente a sus pulmones. Los médicos dijeron que había fumado el equivalente a 3.500 cigarrillos diarios. Terminó en una clínica psiquiátrica tras un intento de suicidio y ahora se ha apuntado a este hégira terapéutica. Igual que Camel, 36 años, ex heroinómano afectado de hepatitis C, cuyas vivencias estremecedoras son escuchadas en la clase abarrotada de adolescentes con un silencio sepulcral.

Cuando Delarue y su gente llegan a los colegios, la acogida es casi frívola, morbosa, con autógrafos incluidos. Cuando se despiden, hay una mezcla de gestos graves y sonrisas de agradecimiento y hasta de alivio. Están mostrando la crudeza de jugar con las drogas en poblaciones de talla media como Metz, Besançon, Mâcon o Chambéry. El próximo 30 de marzo darán el salto a Payerne, en Suiza, y en abril, les esperan Alès, Marvejol, Toulouse, Castres… Al parecer, la fundación no para de recibir peticiones de colegios, incluso de Bélgica.

«Los alumnos salen con la lección aprendida. El error que no deben cometer jamás es empezar en esto por curiosidad. Es duro hablar de ello, pero también es dura la vida», comenta Delarue. «El hecho de que sea un famoso televisivo quien venga a contar su historia ayuda de algún modo a comunicar mejor nuestro mensaje de prevención. Cuando entro en una sala, me digo a mí mismo que, si mi presencia puede ayudar a una sola persona, el viaje ha valido la pena».