Cajetilla verde olivo, ningún logo, letra uniforme y pequeña para las marcas e imágenes de pulmones ennegrecidos o dientes afectados por años de adicción. Este es «el uniforme» con el que el gobierno australiano pretende vestir los paquetes de tabaco a partir del próximo año. Una imagen que nada tiene que ver con aquella «época dorada» de la publicidad en la que chicos y chicas despampanantes y exitosos estaban pegados perennemente al cigarrillo. Ahora, lo que se pretende es eliminar definitivamente el glamour del pitillo tanto para los actuales fumadores como para aquellos que se hayan sentido tentados a probarlo.

Desde que en 1970 Australia comenzara a legislar todo lo referido al tabaco, sus frecuentes leyes para prohibir fumar en lugares públicos y el aumento de impuestos a las compañías tabacaleras han sido una tónica general que han hecho de este país un referente en cuanto a medidas antitabaco. Pero esta vez, no sólo las tabaqueras, sino también varios países han decidido declarar «la guerra» al nuevo proyecto de ley.

«La idea es respaldar el derecho internacional que impone la Convención Marco de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para el Control del Tabaco», asegura Nicola Roxon, ministro de Salud australiano que, previniendo la catarata de críticas que el proyecto podría tener, ya ha mandado un informe a la Organización Mundial del Comercio para que el derecho de las marcas no se anteponga al de la salud.

Dinero vs. salud

Ante la nueva iniciativa, países como Nueva Zelanda, Noruega, Uruguay o la India se han mostrado favorables, pero no así otros. «Además de las críticas de las grandes compañías tabacaleras, como Phillip Morris, que se ha atrevido a señalar al gobierno australiano como «Estado niñera» y que teme que la medida se generalice y llegue a naciones como EEUU; lo más sorprendente son las posiciones de muchos países en vías de desarrollo que se están alineando con esta industria», asegura en un editorial «The Lancet Oncology«.

Aunque las estimaciones indican que en este siglo pueden llegar a morir un billón de personas a causa del tabaco, de los que el 80% serían en países subdesarrollados, lo cierto es que hoy por hoy parecen primar más los intereses económicos. Así, y según señala el artículo de «The Lancet», «Honduras, Cuba, Nicaragua o Filipinas son sólo algunos de los países que se oponen a esta ley en buena medida porque temen que si la tienen que adoptar habría una merma en sus ingresos fiscales y un aumento del paro».

Ante estos miedos, esta publicación recuerda que «los argumentos económicos en cuanto a la caída de ingresos es un factor persuasor muy importante, pero no se pueden olvidar las consecuencias para la salud de esta epidemia del tabaco», insiste.

Ante todas las críticas, las autoridades australianas se han cargado de motivos. Así, Roxon ya ha avisado que creará un etiquetado especial para evitar las falsificaciones de las cajetillas de aquellos que decidan seguir fumando, una de las grandes preocupaciones de la industria tabacalera. Mientras, si de lo que se habla entre países es de cifras económicas más que de la salud, advierte que el gasto que generan en los sistemas sanitarios las enfermedades por tabaco solapan en buena medida, cuando no exceden, las ganancias conseguidas.

Así, según Roxon, «en Australia, los ingresos para el Estado por impuestos especiales sobre el tabaco para el periodo 2005-2006 fueron de seis mil millones dólares, muy por debajo de los 33 mil millones de dólares que el Estado gasta anualmente en enfermedades producto del consumo del tabaco».

«Lo inquietante es que volvemos a asistir a un juego de poder donde lo correcto es que prevalezca la soberanía de los países de forma absoluta por encima de las influencias de las empresas multinacionales», finaliza el editorial de «The Lancet».