El cinturón de cuero fue colgado en la pared de la sala para que no olvidaran que había un castigo por desobedecer las normas. El respeto en el hogar de Ángel Castillo ­identidad falsa para proteger a la víctima, de 10 años de edad­ depende de los golpes y gritos de los padres. «Mi papá dice que nos tiene derechitos. No nos pegan todo el tiempo, sólo cuando nos portamos mal, cuando dejamos de comer completo o jugamos pelota en la casa; uno se lo busca. A veces somos tan insoportables que tuvieron que guindar la correa en la sala», relata el niño.

El derecho al buen trato, establecido en la Convención Internacional de los Derechos del Niño ­firmada por Venezuela e incluida en la Constitución­ y en el artículo 32 A de la Ley Orgánica para la Protección al Niño y Adolescente probablemente sea uno de los menos cumplidos en los hogares del país.

Oscar Misle, presidente de Cecodap, señala que la práctica de la violencia no distingue sectores sociales. «Las nalgadas, correazos, pellizcos e insultos son una forma cotidiana de castigar a los niños.

Sin embargo, no es la manera acertada de corregirlos o educarlos, pues la línea entre castigo físico y el maltrato es muy delgada».

El magistrado Juan Rafael Perdomo, coordinador de la Comisión para la Reforma e Implantación de la Lopna e integrante de la Sala de Casación Social del Tribunal Supremo de Justicia, explica que, usualmente, se considera que el infante está desprovisto de derechos. «Eso está instalado en la cultura, en nuestra manera de proceder. Y nos parece que los niños no valen nada y podemos castigarlos».

Los casos de malos tratos son difíciles de contabilizar porque no se suelen denunciar. Cuando el grupo de Cecodap ­organización que tiene 25 años promoviendo la práctica de buenos tratos­ dicta talleres en los colegios nota la alta incidencia del incumplimiento del derecho al buen trato. «Los padres o representantes de los niños confiesan con naturalidad que alguna vez han recurrido a la violencia física para corregir. Lo doloroso está en que los infantes justifican la forma de castigo, aseguran que se lo buscaron por portarse mal. La gente acepta el castigo como una manera de educar», dice Misle.

Del insulto a las golpizas. Carmen Arbeláez, presidenta del Consejo de Protección de Niños, Niñas y Adolescentes del municipio El Hatillo, afirma que la violación del derecho al buen trato no es punible.

«Sólo se convierte en punible cuando se afecta la integridad física del infante. Ese derecho está dirigido, específicamente, a los padres, familiares y educadores, que deben evitar el castigo físico o humillante para controlar o corregir el comportamiento de los niños». Los casos son atendidos en las sedes municipales de la Defensoría del Niño, Niña y Adolescente.

Con frecuencia los chiquillos que son víctimas de malos tratos sufren otros tipos de violencia, según expertos. «El problema está en que se empieza con una nalgada para intentar corregir, pero eso no surte efecto con el tiempo porque el niño se vuelve rebelde. Los padres, luego, proceden a los correazos y continúan aumentando la intensidad del castigo.

Algunos, finalmente, terminan provocándoles quemadoras o, en líneas generales, cometiendo un hecho punible», explica Arbeláez.

Los efectos de castigar con golpes o insultos pueden dejar huellas psicológicas. Los expertos indican que los afectados son, usualmente, más inseguros o violentos debido a las secuelas emocionales del maltrato. Los adultos que sufrieron malos tratos, en la mayoría de los casos, repiten las prácticas agresivas con sus hijos.

Misle refiere que la intención del derecho al buen trato establecido en la Lopna está en la prevención de la violencia: «Ese artículo fue un gran logro.

Falta, ahora, hacer todo lo posible para cumplirlo».

Dónde acudir: CECOPAP, Av. Orinoco, Bello Monte, Tlfs. 0212.9514079- 0212-9526059. Caracas.