De los años ochenta, los más duros e impactantes para los jóvenes que sufrieron el mono de la heroína, a la epidemia -más tolerada socialmente- del alcohol y la cocaína. Han mediado 30 años de lucha contra la drogodependencia en los que Antox ha compartido un viaje interior y exterior con cada una de las 800 personas que han pasado por Larraingoa (1.229 ingresos porque hay reincidentes). Tres décadas en las que han conseguido «estabilizar o erradicar un consumo, pero sobre todo mejorar el nivel de vida y la salud de la persona». Porque el «éxito» no se mide tanto en términos cuantitativos si bien es cierto es que la propia memoria de 2011 refleja un 45% de altas voluntarias y un 27% de salidas terapéuticas, cifras que la propia dirección valora en positivo.

La Asociación Navarra para la Investigación, Prevención y Rehabilitación, uno de los tres centros terapéuticos que existen en la Comunidad Foral junto con Proyecto Hombre y Ibarre, nace en 1982 bajo el impulso de un grupo de familias sensibilizadas con el problema que supuso en los años setenta y ochenta el alarmante aumento del consumo de jaco. En aquel momento faltaba un recurso específico y profesional para tratar de manera «eficaz» a sus hijos, y desde esa carencia contactaron con profesionales, médicos, psicólogos y trabajadores sociales. Las primeras actividades se realizan en lo que se denominó La casita, un edificio anexo al Arzobispado de Pamplona cedido por la Iglesia. Posteriormente, el Ayuntamiento de Pamplona prestó un piso en la calle Olite (nº 26) en el que todavía hoy localizan su sede.

El reto principal era la construcción de un centro alejado de Pamplona para poner en práctica un programa «libre de drogas en régimen residencial» que posibilitara un retiro a los jóvenes del mundo del consumo y garantizar a su vez «la abstinencia, el autocontrol y una autonomía personal que les permita lograr una adecuada incorporación laboral y familiar». Con la mediación de Cáritas, el patrimonio de Montes del Gobierno foral les ofrece varias casas. Finalmente eligen Larraingoa, en el valle de Erro, para levantar la comunidad terapéutica y, con la colaboración de un taller del INEM, se inicia la rehabilitación del edificio. El primer equipo, dirigido por el psicólogo Juan Romero, una pedagoga, un trabajador social y un médico puso en marcha un proyecto innovador, un modelo más o menos desregulado que, poco a poco, se fue adaptando a una realidad en «la que la persona dependiente de una sustancia requería de una organización, unos controles, una participación más o menos limitada…». En sus orígenes el 70-80% de la gente que ingresaba tenía Sida, ahora es anecdótico.

En sus inicios los profesionales vivían en la casa de Larraingoa junto con sus familias y los propios usuarios, después se establecieron turnos de trabajo y el centro amplió su relación con el entorno social involucrándose en campeonatos de futbito o pelota en el valle y programando salidas colectivas.

ÓRBITA DE SALUD Antox interviene a tres niveles. Por un lado, desde la oficina de la calle Olite ofrece información, asesoramiento y seguimiento, y por otro la comunidad de Larraingoa dispone de 25 plazas concertadas con el Servicio Navarro de Salud del Gobierno de Navarra, quien costea la mayor parte del gasto. Además, uno de los programas más interesantes es el trabajo con personas que tienen problemas judiciales. Larraingoa fue de hecho pionera en el Estado al aceptar a personas condenas cuyas penas eran sustituidas por un tratamiento. La Administración de Justicia de Navarra ha favorecido más este tipo de medidas que en otras autonomías. El programa terapéutico, es decir, todo el proceso de desintoxicación, tiene una duración de 24 meses, de los que doce se realizan en Larraingoa. En una primera fase atiende a personas derivadas de los centros de salud mental (13%), de otras instituciones (asistencia primaria, servicios sociales de base, ONG…) o que acuden por iniciativa propia.

Lucía Lorda, directora de Antox, destaca ese primer paso como clave que para un consumidor supone romper con la dinámica de su propia vida, buscar salidas. En la fase de acogida se valora cada caso y la conveniencia o no de un ingreso. Para ello se realiza un diagnóstico completo valorando tanto el grado de dependencia como la situación sociofamiliar. Con personas en situación estable o que no consumen se aborda un seguimiento «ambulatorio», desde salud mental o en Antox Pamplona (acuden dos veces a la semana). El segundo estadio pasa de algún modo por renunciar a parte del mundo para volver a él de una forma más libre. En los primeros días de estancia en Larraingoa la persona queda totalmente aislada de su medio sociofamiliar. Si no se ha desintoxicado contará con ayuda farmacológica, además de orientación terapéutica individual. La segunda fase dura ocho meses y en ella se empiezan a asumir tareas de responsabilidad dentro de la casa, se inicia el contacto con el medio social. Asimismo, se abordan las dificultades específicas como la ansiedad, la depresión, las habilidades sociales, control de impulsos, la prevención de recaídas…

En la última etapa, con una duración de tres meses, pueden acudir al domicilio familiar varios días a la semana. Se pretende mantener la abstinencia fuera del centro, integrar al usuario en la vida familiar, retomar las relaciones sociales e iniciar la búsqueda de trabajo. En el centro encuentran a su vez actividades psicoterapéuticas, educativas, formativas (título de ESO por ejemplo, talleres monográficos, curso de fontanería o albañilería, de inteligencia emocional…) y de ocio y tiempo libre. Para paliar el síndrome de abstinencia se utiliza un tratamiento farmacológico, específico para cada sustancia, y si se produce una «descompensación grave» se ingresa en el hospital antes de volver al centro. El usuario tiene que cumplir además unas normas internas, es decir, no utilizar dinero ni tarjetas, se limitan llamadas telefónicas, etc. Sin olvidar que hay un porcentaje alto, del 20%, de expulsiones.

Una vez que es dada de alta continúa el tratamiento ambulatorio en Pamplona con apoyo del mismo equipo. Esta fase dura otro año y en ella se realizan entrevistas individuales y familiares, controles de orina, existen grupos de autoayuda.