Alrededor de un 15% de los jóvenes españoles son consumidores habituales de drogas, y la decisión de hacerlo dependerá de sus valores y proyecto vital. Así se desprende de un estudio elaborado por la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD), en colaboración con el Ministerio de Sanidad y la Obra Social de Caja Madrid, que el pasado año sondeó a 750 consumidores habituales de 18 a 25 años para conocer sus pautas de consumo y su percepción del riesgo y de la vida en torno a estos hábitos.

El informe, titulado ‘Mismas drogas, distintos riesgos. Un ensayo de tipología de jóvenes consumidores’, ha sido presentado este miércoles en Bilbao por Eusebio Megías, director técnico de la FAD y coordinador del estudio, que en su exposición ha estado acompañado por el catedrático emérito de Sociología de la Universidad de Deusto, Javier Elzo, y la doctora en Sociología María Teresa Laespada.

Los jóvenes, captados en zonas de ‘marcha’ en Madrid, Valencia y la capital vizcaína, fueron seleccionados a través de un filtro en el que se les preguntaba si se habían emborrachado al menos dos veces durante el último mes, si habían consumido cannabis en la última semana y si habían usado drogas como el éxtasis, la cocacína o las anfetaminas en los últimos 30 días.

Un 60% eran hombres y un 40% mujeres; mientras que 6 de cada 10 encuestados eran estudiantes (de éstos, un 74% tenía estudios superiores) y 3 de cada cuatro vivían todavía con sus padres.

Los resultados fueron sorprendentes. «Pese a que se trata de un grupo importante de consumidores, que ya lleva años consumiendo, un 34% dice que no han tenido problemas a causa de las drogas«, ha señalado el coordinador.

Una actitud que varía cara al futuro: si en la actualidad un 65,5% de los encuestados cree que no va a tener ningún problema próximo debido al consumo, la cifra desciende al 53,8% cuando se hacen previsiones a más largo plazo.

Uno de los resultados más curiosos, como ha comentado Megías, es quetres de cada cuatro jóvenes continúan recurriendo a estas sustancias «pese a creer que de su consumo no se derivan grandes ventajas».

Entre los problemas derivados del consumo, además, los asuntos más materiales priman sobre la salud o las relaciones: los problemas económicos (28%) se perciben como el mayor impedimento, seguidos por el absentismo escolar (24,9%) y los conflictos familiares (19,7%).

Los valores de estos consumidores habituales, no obstante, coincidieron con los de la población general, ya que la mayoría de los encuestados daban una importancia capital a la amistad, la libertad y la familia, unos entes seguidos por el sexo y el tiempo libre.

Estos sondeados, no obstante, mostraron una actitud más proclive al riesgo y dieron una importancia por encima de la media a afirmaciones como «En la vida hay que arriesgarse» o «Lo importante es el presente y disfrutarlo». En este sentido, los investigadores detectaron que los mayores riesgos estuvieron determinados por «la fantasía continua de que la vida es una fiesta», como ha detallado Megías.

Partiendo de estos resultados, los investigadores concluyen que lasestrategias de prevención deben ser mucho más concretas y personalizadas, porque «no todos los jóvenes consumen drogas ni lo hacen de la misma manera» y el consumo depende de «una manera de estar en el mundo».

Tres perfiles

El estudio detecta la existencia de tres tipos de jóvenes consumidores. Un 30% de los sondeos corresponden al perfil de los despreocupados, un grupo que «aplaza responsabilidades» y adopta una actitud de desinterés «ante todo lo que esté fuera de su mundo inmediato». Este perfil, «primario» y «casi autista», «entiende que lo importante es seguir viviendo y que no hay que mirar más allá de la inmediatez del disfrute», como ha explicado Megías.

El perfil ‘despreocupado’, que corresponde mayoritariamente a personas que ni estudian ni trabajan, tiende a no plantearse los riesgos ni a preocuparse por lo que les puede ocurrir. Se trata del colectivo que consume las sustancias más estigmatizadas como la cocaína y a que más problemas psicológicos, sanitarios y personales se enfrenta.

En un nivel más bajo de riesgo se encuentran los experimentadores, que suponen un 32% de la muestra y se corresponden con el perfil del estudiante superior que consume «un poco de todo». Se trata de un grupo que, a diferencia del anterior, sí es consciente de los riesgos a los que se expone pero entiende que la vida conlleva enfrentar estos peligros.

En su «normalización» de la relación con las drogas, los experimentadores apuestan por el hedonismo y «picotean» basándose en que «hay que vivir la vida».

En la parte más baja de la escala se encuentran los precavidos: ese 38% de la muestra que se muestra crítica con los peligros del consumo y es consciente de sus riesgos, pero que se emborracha y fuma cannabis como método de integración social. «Creen que la identidad del grupo pasa por asumir determinados riesgos», ha concretado Megías, señalando que este perfil transversal es al que menos problemas se enfrenta.