En los últimos años se ha duplicado el número de consumidores de somníferos o tranquilizantes y el 30 por ciento de la población sufre ya alguna alteración del sueño, un problema detrás del cual puede haber algún trastorno mental o adicciones a algunas sustancias, según ha explicado Carlos Roncero, vicesecretario de la Sociedad Española de Patología Dual (SEPD).

De hecho, alteraciones como el insomnio, el sueño de mala calidad o las pesadillas son un problema muy frecuente en las personas que consumen drogas de una manera regular, y entre el 60 y 70 por ciento de los afectados por una patología dual sufre trastornos del sueño, según ha señalado Roncero.

Por ello, «cuando hay un problema de sueño además de buscar problemas de consumo, hay que descartar la existencia de trastornos mentales porque el insomnio es un síntoma de alarma típico en algunas enfermedades mentales».

En el trastorno bipolar, por ejemplo, los pacientes en fase maniaca son incapaces de concebir el sueño. También presentan dificultades los pacientes con psicosis o depresión, mientras que, en el caso de comportamientos adictivos, los trastornos del sueño se asocian tanto al consumo de droga, uso o abuso, como a los períodos de abstinencia.

En la patología dual, por su parte, existe una relación bidireccional con las alteraciones del sueño ya que «las personas que tienen problemas de sueño tienen más posibilidades de consumir droga y las personas que consumen drogas tienen mayor riesgo de tener problemas de sueño», recuerda el vicesecretario de SEPD.

Sin embargo, y debido a la existencia de un historial de adicción previo, en estos pacientes no debe seguirse el mismo protocolo de tratamiento que se lleva a cabo en el resto de la población.

Tal y como exone Roncero, en población general los principales medicamentos que se usan son las benzodiacepinas, fármacos que deben usarse siempre con mucha precaución, mucho más en pacientes con patología dual por el riesgo a desarrollar una nueva adicción a estos fármacos o porque alguno de ellos ya la presente.

Cuando esto sucede, se cambian los protocolos farmacológicos y se emplean otros medicamentos como los antidepresivos con perfil sedativo, los antipsicóticos sedativos a dosis bajas y en ocasiones antiepilépticos en regímenes adaptados a las circunstancias del paciente».