Aterrizaron en las tiendas como una forma moderna e inocua de fumar, incluso un método exitoso para deshabituarse del tabaco, pero pronto se ha cuestionado su composición y sus verdaderos efectos en el consumidor. Las dudas sobre los cigarrillos electrónicos o vapeadores están llegando a las consultas de los médicos mientras los profesionales reclaman más estudios que clarifiquen qué tipos de sustancias los componen y su efectividad para dejar de fumar.

El desconocimiento se debe a que «de entrada, no había regulación», critica la doctora Isabel Mir, neumóloga del Hospital Son Llàtzer, «nos dijeron que servía para dejar el tabaco y pensamos ‘bienvenido sea’. Luego nos hemos dado cuenta de que el cigarrillo electrónico llevaba sustancias tóxicas».

La gran variedad de marcas de marcas, sabores y productores no ha ayudado a dilucidar si los líquidos que se cargan en las pequeñas baterías, que luego se inhalan, son dañinos para el ser humano. Hay muchas marcas de cigarrillos electrónicos y cada una tiene diferentes sustancias, explica la doctora, aunque matiza que hay algunas presentes en todos ellos. Por ejemplo, el agua destilada y la glicerina vegetal, así como el propilenglicol y las nitrosaminas, que son las dos sustancias cancerígenas.

Y es que los cigarrillos electrónicos funcionan con baterías y convierten la nicotina en un vapor para inhalarse. El producto se comercializa con frecuencia como una alternativa menos dañina que el tabaco con sabores como la canela, vainilla y fresa. El problema es que se ha comprobado que muchos de ellos contienen nicotina, lo cual crea hábito, mientras que sus aromas «pueden ser cancerígenos en animales, además de irritantes y tóxicos en los humanos», alerta Mir. «Saben que la nicotina es el aditivo que nos hace estimula a seguir consumiendo», precisa.

Aparte de las incógnitas de los líquidos, los médicos tampoco tienen la certeza de que estos vapeadores sirvan como método para dejar de fumar. Estudios recientes han revelado que no sólo no son efectivas sino que introducen a quienes no tienen este hábito. «Las alarmas saltaron cuando se comprobó que el e-cigar introducía a los adolescentes en el mundo del tabaco. Primero vapeaban porque estaba de moda y luego acababan fumando los pitillos convencionales», relata la neumóloga de Son Llàtzer, que insiste en que a pesar de contener sustancias tóxicas se venden como inocuas.

Teniendo en cuenta que no hay estudios que demuestren su seguridad y eficacia para dejar de fumar, Mir urge a investigar más para valorar su seguridad a corto y largo plazo, y su eficacia como método de abandono del tabaco. La prueba la tiene cada día en su consulta, donde llegan muchos fumadores que han acabado alternan los e-cigarros con el tabaco convencional, lo cual significa que en muchos casos no llegan a deshabituarse.

La reciente prohibición en colegios y centros de salud es un paso que los médicos aplauden. Para Mir, que «el Ministerio de Sanidad se haya puesto las pilas con la regulación del cigarrillo electrónico» servirá de modelo en otros países y evitará generalizar los efectos nocivos, contrariamente a lo que sucedió con el tabaco. «Creo que en España hemos sido precoces al prohibir su uso en recintos públicos; no ha habido que esperar tanto como con el tabaco, que se supo que era nocivo mucho tiempo después de inhalarlo sin control», sentencia.