El consumo de alcohol se ha disparado entre los adolescentes españoles, aún con los muchos esfuerzos que se han hecho a lo largo de los años para frenar esta tendencia con continuas campañas de concienciación y el endurecimiento de las leyes. El atracón de fin de semana, el botellón… es una práctica vigente entre los chicos de 14 a 18 años como ha revelado la Encuesta Estatal sobre Uso de Drogas en Enseñanzas Secundarias (Etudes), recientemente dada a conocer por la Delegación del Plan Nacional sobre Drogas. El 74% confiesa que ha bebido alcohol en el último mes, once puntos más que hace dos años.

Detectarlo a tiempo desde la familia es uno de los mejores métodos para que no caigan en una adicción de graves consecuencias. «Los padres que están implicados en la educación de los hijos suelen detectarlo muy pronto», afirma Francisco Saborido, psicólogo-jefe del equipo de actuaciones con familias de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD). Y para ello cualquier detalle es importante. Aunque su hijo se encuentre en plena adolescencia, en búsqueda de su identidad, la relación no se puede deteriorar. Es importante conocer a sus amigos, sus hobby, sus preferencias e intereses, compartir tiempo de ocio juntos… Eso ayuda a la hora de percibir si tiene algún problema con algún tipo de sustancia. «Cuando hay algo que se sale de tono es muy fácil alertarse y detectar si tiene problemas», dice Saborido.

Existe una serie de señales de alarma que se pueden detectar en casa para saber si su hijo ha ingerido alcohol, como explica Francisco Saborido. A veces serán signos típicos de la adolescencia, pero otras veces serán señales que adviertan de que algo está ocurriendo. Ante cambios de actitud, comportamiento… hay que estar atentos. El psicólogo aporta, además, algunas pautas para que los padres sepan cómo actuar cuando su hijo ha bebido.

  1. Lo habitual es que los adolescentes beban el fin de semana: viernes y sábado, una vez terminadas las actividades académicas.
  2. Signos fisiológicos: el aliento huele alcohol o a tabaco, también la ropa; pupilas contraidas; irritación en los ojos; enrojecimiento en la cara.
  3. Señales emocionales: se encuentra más irritable de lo habitual, se enfada con facilidad y más frecuencia, está más aplanado…
  4. Cambios de comportamiento: alteraciones de sueño, empieza a aislarse, se relaciona con otro tipo de colectivo, llegar tarde a casa, hablan más de lo que es habitual en él o en ella, muestra actitud chulesca.

Cómo actuar

De nada sirve gritarle o hablarle cuando llega a casa cargado de alcohol a las tantas de la noche. «Tampoco enfrentarse a él en esos momentos, porque puede ponerse más agresivo —aconseja Saborido—. Es mejor mostrarle nuestro enfado y nuestra disconformidad con una frase similar a «estás borracho, esto no me gusta. Mañana lo hablamos»».

Al día siguiente tampoco se puede empezar la conversación «con una bronca, porque se trata de educarle no de gritarle. Cuando se haya recuperado, lo primero es preguntarle cómo se encuentra y a continuación decirle que estamos preocupados. E intentar indagar en cómo es su forma de consumo: si ha sido puntual, si es habitual, cuándo, en qué circunstancias… Y hablarle de las consecuencias del alcohol», indica Saborido.

Nunca hay que perder la calma, ni las esperanzas de que la situación va a tener un final feliz, tampoco buscar culpables, «ni ser policías vigilantes, ni expresar criticas o comentarios malintencionados, ni castigarle continuamente», dice el psicólogo. En el lado opuesto, tampoco demostrarle pasividad o desinterés, con el típico comentario «es cosa de la edad»; o propiciar enfrentamientos. «Da resultado hablar, conversar, abrirse dejando ver que los padres siempre están ahí».