En el mundo hay poca gente tan dispuesta como los españoles a la hora de transportar droga desde América Latina hasta Europa. Así lo reflejan las estadísticas penitenciarias de Perú, país líder en producción de cocaína según la ONU. Nada menos que 283 españoles malvivían a mediados de 2013 en el interior de las cárceles peruanas, conformando el 17% del total de reclusos extranjeros en el país, sólo un punto por detrás de los colombianos. Las cifras penitenciarias en Colombia son incluso peores: los españoles ocuparon el primer lugar en 2013 en detenciones en aeropuertos (un total de 236) cuando trataban de llevar droga a Europa. El podio de la infamia lo completaron mexicanos, con tan sólo 18 detenciones, y venezolanos, con diez. Una distancia abismal que demuestra que somos los nuevos reyes mundiales del transporte de droga en aviones. O tal vez que somos las mulas menos confiables del globo.

En la actualidad hay más de 1.800 españoles cumpliendo condena en cárceles extranjeras por tráfico de drogas. Y la cifra sigue subiendo. Cada vez más gente está dispuesta a jugársela fruto de la desesperación económica, y con ello varía el perfil de la mula que es detenida en los aeropuertos de Lima o Bogotá, Quito o Sao Paulo, y que luego es encerrada en prisiones espantosas. Ya no se trata sólo de adictos a las drogas procedentes de entornos marginales, sino de personas de clase media con el agua al cuello. Sin ir más lejos, dos españolas se suicidaron el año pasado en una cárcel peruana al no poder soportar las condiciones de vida. Uno más de los incontables efectos colaterales de la crisis económica y el desempleo en nuestro país.

«La mayoría de detenidos por tráfico de droga son europeos, especialmente españoles», confirmó recientemente Johnny Bravo, jefe de la dirección antidrogas (Dirandro) del aeropuerto internacional de Lima, a la agencia AFP. Al parecer, los cárteles tienen predilección por las mujeres jóvenes: «Las organizaciones utilizan mujeres bonitas y de buena apariencia, pero las modalidades pueden variar, también hay casos en que se emplea a personas de edad», detalló Tito Pérez, también miembro de Dirandro.

«Son personas en riesgo de perderlo todo»

«Las mujeres reciben un trato distinto en los controles de migración, históricamente sufren menos escrutinio. Además pueden esconder mejor la droga dentro de su cuerpo», explica Bruce Bagley, catedrático de la Universidad de Miami y experto en narcotráfico, a El Confidencial. «El perfil de la mula es el de una mujer joven sin antecedentes criminales y con pasaporte vigente«, detalla.

«Son personas que han perdido su casa, su negocio y están endeudas y en riesgo de perderlo todo. El transporte de drogas ofrece una alternativa a corto plazo, ya que el pago es de hasta 5.000 euros. Es dinero fácil cuando uno siente que no hay otra salida», afirma a este diario Jerome Mangelinckx, coordinador del Consultorio Jurídico del Centro de Investigación Drogas y Derechos Humanos (CIDDH) de Perú. Bagley también incide en este punto: «Desde 2009 y 2010 estamos viendo un aumento importante de mulasespañolas. Con un 50% de paro juvenil, de jóvenes obligados a vivir con sus padres, con la desesperación de muchas personas de no encontrar trabajo, cada vez son más los que lo arriesgan todo para ganarse un dinero que les permita tener más posibilidades en la vida, más futuro».

Tiempo atrás, muchos correos eran víctimas de amenazas o de engaños, bien fuera por enamoramiento o por confiar en algún conocido que, por ejemplo, le pide al español que cargue en su maleta unas artesanías para un familiar. Hoy, la gran mayoría de los españoles que ejercen de mulas en los vuelos América Latina-Madrid sabe perfectamente qué llevan en el doble fondo de su maleta, dentro de los botes de champú o en el interior de su estómago.

«(Los narcotraficantes) les hacen una propuesta económica a sabiendas de que necesitan el dinero», explica Mangelinckx. «La mula no se encarga de nada. Se le compra el pasaje y se le hace una reserva de hotel en Lima. A veces se les lleva de paseo a Cusco para no levantar sospechas. Hacen turismo, gastan un poco de dinero, sacan fotos, pero nunca de sus acompañantes que, por razones obvias, no quieren ser identificados y utilizan un nombre falso. Están alojados en un hotel que no tiene cámaras de vigilancia para no poder reconocer sus caras», prosigue el coordinador del Consultorio Jurídico del CIDDH, que se encarga de velar por el bienestar y los derechos de las mujeres encarceladas en Perú.

El país andino es el punto de partida para muchos correos de la droga con destino a Madrid. Lo es por el ingente volumen de producción de ese país y también por la facilidad para superar los controles aduaneros en el aeropuerto de Lima, mezcla de falta de infraestructura y corrupción. En Barajas son conscientes de ello, y los días en que aterriza un vuelo calienteprocedente de esa ciudad los 29 miembros del Grupo de Estupefacientes de la Policía Nacional activan todas las alarmas. Según indicó el jefe del grupo, Manuel Méndez, al diario mexicano El Universal, cada día se descubre, al menos, un pasajero cargado con cocaína. En 2013 detuvieron en Barajas a 370 personas.

«Muchos narcos captan ‘mulas’ en la cola del paro»

«Ten en cuenta que las cosas en España están muy difíciles, que hay seis millones de personas que no tienen trabajo, que han bajado los salarios y que muchas familias lo están pasando muy mal. Por eso muchos narcotraficantes van a las colas del INEM a captar ‘mulas’ españolas; también se ponen en contacto con trabajadores del aeropuerto, a quienes ofrecen sacarse unos 5.000 ó 10.000 euros por un ‘trabajo’ de 8 ó 10 kilos de cocaína. Y lo peor es que muchos aceptan. Ahora, por la crisis, hay mucha gente dispuesta a jugársela«, indica Méndez, quien prosigue: «En estos últimos años nosotros hemos detenido a todo tipo de personas que trabajan en Barajas, desde maleteros hasta trabajadores que se encargan de atender a discapacitados, a personal de mantenimiento y hasta señoras de la limpieza».

La mayoría de los captadores trabajan para cárteles mexicanos, aunque luego envíen a susmulas a Lima, Bogotá, Sao Paulo, La Paz o Santo Domingo. No tanto ya a Ciudad de México, donde los controles de equipaje han mejorado muchísimo en los últimos años, hasta el punto de considerar los vuelos procedentes de ese país casi como no calientes. Sin embargo, los captadores no tienen por qué tener sólo acento latino. Una española encarcelada en Perú por transportar 3 kilos de cocaína fue convencida por un nigeriano en Fuenlabrada, que le prometió 4.000 euros por el trabajo. Ni siquiera superó el control del aeropuerto de Lima. Estaba embarazada y ha tenido a su hijo en prisión.

Para las mulas españolas, el encargo es un todo o nada. Todo si consiguen meter con éxito la droga a nuestro país, si bien la cantidad de dinero que reciben es ridícula si se compara con el precio que luego alcanzará cada kilo de cocaína introducido en el mercado. Y nada si son detenidos en Barajas o, mucho peor aún, en el aeropuerto de origen. Las penas de prisión en Colombia, Perú o Ecuador oscilan entre los seis y los quince años para cargas de hasta 10 kilos. A partir de ese volumen, la pena ya sería de entre 15 y 25 años. Todas las condenas son de cumplimiento casi íntegro, con unas condiciones de vida dentro de las prisiones que rozan muchas veces lo inhumano.

«Los internos extranjeros reciben poco o ningún apoyo de sus consulados. En el caso de los internos españoles en Perú, el apoyo no supera los 30 euros mensuales. Hasta el punto de que las internas deben arreglárselas en los penales vendiendo artesanías que fabrican o ayudando en el penal (limpieza de un pabellón). Gran parte de sus ingresos sirve para pagar servicios (talleres, medicamentos, abogado) o artículos básicos como papel higiénico, toallas higiénicas, cepillo y pasta de dientes o jabón», explica Mangelinckx.

«Se están castigando con mucha dureza los delitos de drogas, y los jueces se muestran reacios a repatriar a los internos. En 2013 sólo se procesaron cuatro peticiones de traslado de más de 100 solicitudes de internos de nacionalidad española. Esta situación generó un malestar diplomático entre ambos países, ya que España eliminó la Visa Schengen para los peruanos», prosigue el coordinador del Consultorio Jurídico del CIDDH.

La venganza por las ‘deportaciones’

«Las penas de cárcel para los europeos arrestados en América Latina se están poniendo muy severas. Les caen más años y hay menos generosidad por parte de las Cortes», advierte por su parte Bagley, quien interpreta en clave política este endurecimiento: «A veces la gente no es consciente, pero hay un resentimiento por el trato que recibieron muchos latinoamericanos en España y Portugal con una cuasi-deportación forzada, cuando se les pagaba un billete de ida a sus países a personas que estaban trabajando de asistentes del hogar, jardineros u otros empleos. Por eso ahora no hay demasiada simpatía hacia esos jóvenes europeos que están incurriendo en la misma forma de delinquirque vimos en los años 90 y primeros 2000 a cargo de bandas latinoamericanas en Europa».

A pesar del enorme trasiego de mulas españolas que cada día aterrizan en Madrid y Barcelona procedentes de América Latina (los narcos meten hasta cinco en un mismo avión para aumentar las posibilidades de éxito), el volumen de cocaína que se introduce en nuestro país de ese modo apenas alcanza el 15% del total. El 85% restante llega principalmente a los puertos marítimos nacionales. Sólo en 2012, se consumieron en Europa 280 toneladas de cocaína. Una cifra todavía lejana al líder, Estados Unidos, que consumió 350 toneladas, pero que tiene un atractivo muy especial para los narcotraficantes: el gramo de cocaína en Madrid, París o Londres se paga hasta tres veces más caro que en Los Ángeles o Miami. Por eso, muchos cárteles de la droga ya consideran a Europa como el mercado del futuro.