Las nuevas tecnologías, Internet y las redes sociales se han convertido en algo indispensable en la sociedad, y especialmente en los jóvenes entre 16 y 26 años. Tanto es así que ellos mismos admiten «sentirse aislados, incomunicados e incompletos y que no sabrían cómo rellenar rutinas, integrarse o socializarse» si no las tuvieran, según las conclusiones del estudio ‘Jóvenes y comunicación. La impronta de lo virtual‘, realizado por el Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud, un centro privado creado por la Fundación Ayuda a la Drogodependencia (FAD).

La investigación, presentada este miércoles en rueda de prensa en la sede de la FAD y dirigida por su presidente Ignacio Calderón y el director técnico Eusebio Megías, refleja cómo los jóvenes a pesar de valorar muy positivamente el uso de las redes sociales y las ventajas que les ofrecen, tales como eliminar la vergüenza o la timidez, democratizar el flirteo, posibilitar mantener mayor número de relaciones, también son conscientes de sus riesgos. Es decir, saben, tienen presentes y, en definitiva, son conscientes de que pierden parte de su intimidad (pero lo asumen como algo normal porque todos lo hacen).

Tienen dificultad para ignorar o rechazar peticiones de comunicación y amistad e incluso saben que pueden sentir una cierta dependencia. Las redes pueden hacer que uno se sienta ‘más dependiente’ pero esto no les preocupa excesivamente porque es propia del tiempo en el que se vive. «Son conscientes de que también hay riesgos, pero a pesar de ellos, valoran de forma más positiva que negativa todo lo que las redes sociales les ofrece», ha asegurado Eusebio Megías.

La metodología utilizada para este estudio ha sido fundamentalmente de tipo cuantitativa, con ocho grupos de discusión en Madrid, Bilbao, Valencia y Toledo.

Aprendizaje y esfuerzo

Los jóvenes, según los últimos datos del INE, tienen un uso mayor que el resto de la población de Internet: en España, el 94,5% de los chicos entre 16 y 24 años había utilizado Internet al menos una vez por semana en los últimos tres meses, mientras que el porcentaje en la franja de edad entre 25-34 años descendía hasta el 83,3%. También son los de 16 a 24 años los que más usan las redes sociales, de hecho, según va aumentando la edad, aumenta también la proporción de quienes no las usan ‘nunca’.

El uso intensivo de Internet se ve reforzado por el alto reconocimiento que obtiene como medio de entretenimiento y de circulación de información. A pesar de esto, los datos del estudio muestran también las contradicciones y dualidades que existen. Por ejemplo, opinan que las redes sociales «facilitan hacer nuevas amistades» (74% ambos sexos) pero también que «la gente se aísla más» (74,8% hombres, 72,5 mujeres) o «se vuelve más perezosa» (72,7 hombres, 76,2% mujeres).

Según las propias palabras de los jóvenes, aprender a compatibilizar sus dos ‘yoes’ (el ‘on line’ y el ‘off line’) es algo fundamental, pues se trata de elementos complementarios que deben ser coherentes y equilibrados, nunca contradictorios. Por ejemplo, en ningún caso se considera aceptable mentir en la exposición ‘on line’. Tampoco contemplan ambas realidades como sustitutivos. Es decir, los jóvenes no se relacionan menos por pasar más tiempo en las redes sociales, sino que se relacionan de otra manera. Incluso, con las redes sociales sus relaciones se hacen más complejas y numerosas, algo que supone un doble riesgo.

Por un lado, puede aislarles del entorno, y por otro el ruido comunicacional (charlas simultáneas, chats grupales, conversaciones abiertas…) puede generar en ocasiones relaciones de baja intensidad, superfluas, volubles y despersonalizadas.

Otro aspecto importante es que el lenguaje escrito genera una comunicación flexible, tendente a la intrascendencia y a la anécdota, aunque, paradójicamente, también una comunicación que permite la revisión y la corrección del mensaje y de controlar la respuesta, proyectando de este modo, una imagen más pausada y consciente de uno mismo. Todo esto lo saben los jóvenes, son consciente de que este tipo de interacciones dejan huella (es decir, los mensajes escritos pueden permanecer en el teléfono o en el Facebook), lo que permite las rememoraciones.

Pero a pesar de los datos, y del estereotipo que existe alrededor de que los jóvenes nacen conociendo a la perfección cómo se manejan las redes sociales y todo lo que tenga que ver con las TICS porque se les considera «nativos digitales», nada está más lejos de la realidad, matiza Megías. Necesitan un continuo aprendizaje y esfuerzo por «la complejidad de compatibilizar y gestionar su yo online (es decir, lo que se es dentro de la red) y su yo offine (fuera de la red)», según muestra estudio.

Los jóvenes entienden que las redes son el lugar donde deben estar: facilitan nuevos procesos de integración pero también de exclusión. Todo pasa en las redes sociales y lo que no pasa en ellas, se gestiona allí. Por lo que «no estar a la última o no saber gestionar bien ambas presencias supone quedarse ‘out’, supone quedarse fuera». De este modo, y según ha concluido Megías, «estar en redes sociales exige un aprendizaje continuo, una constante alfabetización digital, y es necesario ver cómo cambian las comunicaciones, es decir, se creen nuevas formas de comunicación, nuevos códigos y valores, de los que hay que estar pendientes y saber cómo gestionarlos».