Mucho se ha hablado del cannabis y la conveniencia de su legalización desde el punto de vista de la seguridad o de la salud, pero pocos son los que recuerdan los estragos ecológicos que esta planta está causando en los montes y campos del norte de Marruecos.
En Marruecos, al cannabis se le llama kif, se planta en primavera y suele cosecharse en las semanas que ahora llegan, con los primeros calores del verano, constituyendo la principal actividad de las regiones que se extienden entre Chauen y Nador, a ambos lados de la cordillera del Rif.
Mohamed Andalusi lleva años clamando por la protección ambiental de su Rif natal al frente de la asociación AZIR (lavanda en lengua rifeña) y asegura que el kif «ha destruido bosques, ha agotado la tierra y ha llenado los acuíferos de fertilizantes».
Según cifras oficiales, hay en Marruecos 47.000 hectáreas dedicadas al cultivo del kif (eran 135.000 hectáreas en 2003), que constituyen, además, la principal fuente de ingresos para unas 90.000 familias de campesinos.
l kif se cosecha y se procesa en los mismos campos del Rif y se convierte en hachís o resina de cannabis. Marruecos es el principal productor mundial de hachís, según la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes, dependiente de la ONU, que no da cifras sobre producción. En cuanto a las incautaciones, elGobierno marroquí decomisó 500 toneladas en 2013.
Un problema en el norte del país
Andalusi no entra en la cuestión de la despenalización del kif o sus usos terapéuticos, pero alerta sobre las consecuencias ambientales que desde los años ochenta ha traído esta planta hasta convertirse «prácticamente unmonocultivo» en las regiones norteñas del país.
«Cuando se cortan los bosques, a los cinco años la capa de terreno fértil desaparece y surge a la vista la roca madre, lo que ha provocado que el Rif tenga el récord mundial en erosión, pues la tasa de terreno fértil desaparece en proporciones gigantescas», explica.
Las lluvias caídas sobre este terreno desforestado resbalan a gran velocidad sobre los montes arrastrando piedras y barro y causandoinundaciones frecuentes y brutales, añade el ecologista.
Requiere mucha agua
Pero además de los montes, está el kif de las zonas bajas: en los diez valles mediterráneos entre Oued Lau y Alhucemas el kif, que requiere mucha agua, ha agotado los acuíferos o los ha llenado de fertilizantes.
Según Andalusi, esta zona del cannabis consume más fertilizantes que todo el resto de Marruecos.
«Hay chavales que no han visto en su vida sacar una patata de la tierra pese a ser campesinos, porque la gente ha perdido los conocimientos agrícolas, no saben hacer otra cosa que cultivar kif», se lamenta.
La cultura del kif está tan arraigada en la zona que hasta los imanes de las mezquitas locales se las arreglan para limpiar la conciencia de los campesinos con el argumento de que el Corán condena el alcohol, pero nada dijo del kif, añade el activista.
Es cierto que de vez en cuando alguna patrulla de la Gendarmería (policía rural) se presenta en una aldea rifeña y sin mucho entusiasmodecomisa sacos de kif o arrasa algún cultivo, pero los disturbios que generan estas apariciones policiales hacen más problemático el remedio que la enfermedad.
La región sigue enredada en un círculo vicioso de droga, contrabando y emigración. Si ya los problemas humanos son abundantes, ¿quién se acuerda del suelo y de los bosques?.