Diputados federales y la secretaría de Gobernación afinan ya la reforma a la Ley Federal de Juegos y Sorteos, que renovará a la actual que data de 1947, e incluye un padrón nacional de personas con ludopatía.

Ante el aumento de casos, y para combatir la enfermedad, se pretende crear una base de datos con quienes personalmente se anoten y que padezcan ludopatía, que es la adicción al juego y a las apuestas. Con ello, las personas inscritas no podrán ingresar a casinos y centros de apuestas, pues los dueños de establecimientos podrán impedirles el paso.

Se prevé también crear un fondo, integrado con impuestos del sector casinos, para tratar la ludopatía a nivel nacional.

Diversión a la mano

Felipe estaba de luna de miel; tenía 24 años; él y su esposa decidieron tomar un crucero de una semana. Todas las noches entraban a jugar al casino, pero apostaban muy poco.

Fue al llegar a México cuando supieron de la apertura de un casino cerca de su domicilio, y Felipe se acercó una noche para jugar.

Esa misma noche apretó el botón de una máquina tragamodedas y ganó lo que describe como «un premio millonario que nunca imaginó tendría». Sin embargo, no se retiró con el dinero ganado, y continuó jugando con la esperanza de obtener todavía más, pero comenzó a perder.

Al día siguiente acudió de nuevo al casino para volver a apostar y recuperar lo perdido, acto que duró cinco años continuos. «Sólo pensaba en cómo recuperar lo perdido, y juraba que en cuanto eso ocurriera dejaría de apostar, pero esto nunca ocurrió», relata.

Felipe faltaba en su casa, dejó de pagar las colegiaturas, no tuvo dinero para las vacunas de sus hijas durante varios años; su familia no acudía a consultas médicas cuando así lo requerían.

Robó las joyas de sus esposa, no para empeñarlas y luego recuperarlas tras pagar el dinero, sino para continuar jugando a las apuestas y salir de sus deudas, relata a EL UNIVERSAL.

«Lo único que buscaba era ganar dinero, recuperar lo que había perdido, y dejé de trabajar. Tuve que vender mi automóvil y también el de mi esposa, y el tiempo que pasaba en el casino comenzó a aumentar; y ya no cabía una mentira más en mi vida.

«Mi vida no me gustaba, yo necesitaba tener dinero para pertenecer a la sociedad, para ser exitoso», lamenta Felipe.

Ambas circunstancias, que describe como traumáticas, lo llevaron al espiral del juego compulsivo, que finalmente logró detener solo con el apoyo de su esposa , quien pidió ayuda al grupo de Jugadores Anónimos y a Samadhi, único centro en México con certificación internacional para el tratamiento de la ludopatía o adicción al juego compulsivo. Ambas instituciones aplicaron con Felipe lo que se conoce como intervención en crisis. Acudieron a su casa y dieron testimonio de sus casos personales e intervinieron.

Felipe accedió a la ayuda y permaneció durante 36 semanas internado en el centro Samadhi, y ahora y desde hace tres años dos meses es un hombre en recuperación a través de los 12 pasos del sistema Jugadores Anónimos, lugar al que acude cinco veces a la semana, «porque ahí nos identificamos, hablamos, subimos a tribuna, expresamos nuestro sentir, y trabajamos contra la mente enferma que yo tenía, porque la ludopatía debe entenderse como una enfermedad».

Hoy trabaja normalmente y se ha integrado de nuevo a su familia, entendiendo que «el juego es una enfermedad que, como cualquier otra, debe ser tratada, una enfermedad con la que viviré toda la vida, pero que puede ser controlada. Es un padecimiento emocional», relata. Asegura haber recuperado un valor muy importante llamado humildad, «esa que se requiere para admitir la adicción al juego».