Cuando fue por primera vez a un casino, hace 20 años, a Roberto no le interesaba ganar dinero. Sólo buscaba distracción en un momento difícil: acababa de vivir una separación y junto con su pareja había perdido todo su círculo de amistades. «En el casino sentía que estaba ocupado. Ya ni recuerdo si ganaba o no dinero», comenta.

Por aquel entonces Roberto tenía nada más que 20 años y estaba estudiando un oficio. Hoy, en retrospectiva, está convencido de que buscar distracción en el juego fue fatal. «Pasó a ser una adicción», recuerda, tras haber hecho tres terapias y haber perdido, según dice, más de una pareja por su tendencia al juego.

Quienes sufren de ludopatía no tienen como primer objetivo hacer crecer sus ganancias, sino vivir la euforia que provoca el juego, la secreción de dopamina, aseguran los especialistas. Quien haya ganado una vez suele creer que no hay más que seguir jugando hasta que vuelva a repetirse el éxito, con el que seguramente deberán cubrir deudas acumuladas.

Este comportamiento suele ser catalogado como un trastorno psíquico. Según estudios llevados adelante en este área, el principal peligro son las máquinas tragaperras, si bien la ruleta, el póquer y el black jack también son un claro riesgo.

Roberto iba y jugaba hasta que no pudiera más. «No frenaba hasta que no me quedara ni un centavo o hasta que no cerrara el casino», recuerda. Si bien tenía un buen sueldo, siempre sentía la cuerda al cuello y buscaba fondos entre las pertenencias de sus parejas.

Los especialistas dicen que los ludópatas suelen tener muy poco tiempo y muy poco dinero, siempre, a pesar de contar tal vez con un buen trabajo. Si alguien parece tener un buen sueldo pero pide permanentemente préstamos y está poco en casa, sus familiares deberían estar atentos, sin olvidar que quienes padecen esta adicción suelen ser muy buenos actores: suelen conquistar a sus interlocutores con las formas para no verse acorralados por los interrogantes.

Ellos mismos no ven su adicción como un problema. Puede que en su interior sepan que se están haciendo un daño, pero la tendencia al juego impera por sobre la razón. En muchos casos, los quiebres como una separación o la pérdida del puesto de trabajo pueden servir como motores para que el afectado reconozca su problema e inicie un tratamiento.

Los familiares y amigos deberían tomar medidas. No para dejar solos a los ludópatas, sino para que ellos vean que no pueden disponer de los fondos que desean. Además, es importante que los familiares no se vean arrastrados en las deudas y créditos de quienes padecen este problema.

Hacer una terapia es prácticamente inevitable si se quiere superar este comportamiento. El punto central suele estar en las conversaciones individuales y grupales, ya que en el diálogo con otros los afectados se ven identificados y reconocen su propio problema.

Sin embargo, la ludopatía, como cualquier adicción, es crónica y no puede erradicarse al cien por cien, por eso las terapias suelen fijarse, como objetivo realista, lograr una estabilidad que propicie la abstinencia.

Roberto ha tenido varias recaídas. Hoy en día no siente ninguna necesidad de recurrir al juego y, para evitar tentaciones, cambiará de ámbito laboral. En lugar de efectuar tareas relacionadas con el dinero, intentará trabajar en el área social.

No le preocupa no tener ahorros. «Las deudas están saldadas y no me falta nada», dice. De todos modos, después de cuatro años sigue firme en la terapia. Quiere mantener la adicción a raya.