A nivel mundial, alrededor de 12,7 millones de personas se inyectan drogas y 1,7 millones de estas viven con VIH.

De media, una de cada 10 nuevas infecciones por VIH tiene la causa en el material compartido para inyectarse, según la Organización Mundial de la Salud.

En el año 1998 y 2009 la ONU declaró su ambición de lograr un mundo libre de drogas. Muchos países siguen teniendo un enfoque punitivo hacia el VIH y las drogas, y utilizan detenciones, encarcelamientos, sanciones penales y detenciones forzosas que criminalizan y castigan a los consumidores. Está previsto que el consumo de drogas haya aumentado en un 25% en el año 2050, con un mayor incremento especialmente en países desarrollados, y entendemos mejor que nunca el daño provocado por la guerra contra las drogas. De este modo, esperábamos que en la 59ª reunión de la Comisión de las Naciones Unidas sobre Estupefacientes (CND) celebrada la pasada semana, se reduciría la retórica de un mundo libre de drogas a favor de enfoques más progresistas hacia una política global sobre drogas que ayude a cumplir el objetivo de las Naciones Unidas de acabar con el SIDA antes de 2030.

Al parecer nos equivocábamos.

La evidencia de efectividad de las intervenciones de reducción del daño -que disminuyen las consecuencias negativas del consumo de drogas en lugar de centrarse exclusivamente en reducir el consumo de drogas- ha sido descrita como irrefutable por la ONUSIDA, y todos los organismos pertenecientes a la ONU ahora respaldan un enfoque sobre el VIH y el consumo de drogas basado en la reducción del daño.

Desde la Alianza Internacional contra el VIH y el SIDA sabemos que se están evitando o reduciendo epidemias en lugares tan diversos como Australia, Vietnam, Ucrania, Malasia, China, Portugal, isla Mauricio y Suiza.

Sólo en 2014, se diagnosticó el VIH a 110.000 usuarios de drogas por vía intravenosa. Nunca había sido tan importante la necesidad de tener enfoques basados en la evidencia para hacer frente a esta emergencia de salud pública.

Sin embargo, las referencias a la reducción de daños, los programas de intercambio de jeringuillas, y la terapia con sustitución de opiáceos (OST) hechas la semana pasada en Viena fueron refutadas. El proceso político ha sido ampliamente criticado, y las negociaciones muy influenciadas por países como Rusia, que están vetando la reducción del daño en favor de una simple revisión de la vieja ilusión de un mundo sin drogas.

Anualmente se gastan alrededor de 100 mil millones de dólares en la guerra contra las drogas. La investigación de Harm Reduction International publicada este mes en la revista The Lancet estimó que una redirección del 7,5% de ese dinero para programas de mitigación del daño prácticamente podría acabar con el VIH entre los consumidores de drogas intravenosas.

Si esto es así ¿por qué la reducción del daño continúa siendo un problema para las políticas globales sobre drogas?

Se cree que Rusia ha estado activa, manteniéndose en un segundo plano, en la CND, bloqueando los intentos de poner un enfoque más progresivo en la agenda. El país se caracteriza por su falta de control en la propagación del VIH, especialmente entre los consumidores de drogas. Es uno de los pocos países donde la epidemia del VIH continúa creciendo rápidamente. Entre los miembros del Consejo Europeo, tiene el mayor número de nuevos diagnósticos de VIH. Más de 93.000 personas fueron diagnosticadas el año pasado y el 54% de estas, fueron atribuibles a consumos de riesgo por vía parenteral, tal y como indica la Fundación Andrey Rylkov para la Salud y la Justicia Social establecida en Moscú.

Resulta irónico que la vecina de Rusia, Ucrania, logró reducir a la mitad la prevalencia del VIH entre usuarios de drogas inyectables entre 2008 y 2014, en gran parte debido al efecto de los programas de reducción de daños. Sin embargo, la terapia sustitutiva con opioides está bajo amenaza en las zonas del este de Ucrania anexadas por las fuerzas separatistas. La Alianza para la Salud Pública, una ONG de Ucrania, registró el año pasado 495 casos de VIH en la zona de Donbass. Se han cerrado decenas de programas de terapia sustitutiva con opioides para más de 900 pacientes desde que el conflicto militar empezó en 2014.

Todos los programas de terapia sustitutiva con opioides en la anexada Crimea fueron cerrados por las autoridades rusas en mayo de 2014. Ochocientos pacientes de terapia sustitutiva con opioides en Crimea han visto interrumpido su tratamiento, y en consecuencia, al menos 80 de ellos han muerto en los dos últimos años.

Con tantos gobiernos y organizaciones hablando sobre los horrores de la guerra contra las drogas, ¿por qué el mundo no puede unirse para dar prioridad a la salud, los derechos humanos y la seguridad?

Se hace difícil ver el triunfo de la ideología por encima de la ciencia. Asimismo, es increíble que los estados miembros de la ONU se vayan a comprometer de nuevo con una política ineficaz y peligrosa sobre drogas, cuando esta se exponga el mes que viene en Nueva York, durante la primera asamblea general en sesión especial sobre drogas de la ONU.

Mientras desde esta extraña posición del sistema de la ONU en Viena se continúe promoviendo la fantasía de un mundo libre de drogas, seguiremos instando a los estados a que se comprometan con estas dos palabras: reducción de daños.

Susie McLean es asesora principal de la International HIV and Aids Alliance (Alianza Internacional contra el VIH y Sida) en usos de drogas i VIH