Es un botecito de aceite de 10 mililitros, viene furtivamente desde California, cuesta 160 euros, dura un mes, es un producto ilegal y tiene un sabor -lo probamos- que imaginamos parecido al que debe de tener una infusión de hierba de césped.

Pero en las dosis adecuadas y bajo supervisión médica, este tipo específico de cannabinoide llamado cannabidiol -cuentan los padres- hace que los niños impedidos anden mejor, que mantengan la atención los que tienen la mirada perdida, que permanezcan algo más tranquilos los que antes no paraban quietos y que comiencen a articular palabras los que antes parecían mudos.

Está ocurriendo desde hace tres meses. Al menos en el caso de María, una niña de seis años con síndrome de Angelman y retraso neurológico que se caía a causa de sus temblores de piernas, que no estaba, que no medía en sus afectos, que de pura emoción pegaba a las primas, y ahora ya no. «Para que entiendas el cambio: ahora te enseña dónde tienes los ojos sin sacártelos».

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