Nota: artículo original publicado en www.infosalus.com

Navarro y Martínez-Pinilla han hecho estas consideraciones en una conferencia que han impartido esta semana en la Universidad de Oviedo con el título ‘El cánnabis: ¿un aliado en la lucha contra la enfermedad?».

La presencia de la planta del cánnabis (del que se derivan el hachis o la marihuana) en las listas internacionales como droga peligrosa es un elemento fundamental a la hora de entender el «miedo» de autoridades y legisladores a autorizar estos estudios. De hecho, las científicas reconocen los efectos nocivos de consumir cánnabis regularmente, por ocio, sin fines terapéuticos. «El consumo de cannabis crónico es muy perjudicial, más de lo que la gente se piensa», ha advertido Ana Navarro.

Se han referido incluso al caso del desarrollo de un medicamento adelgazante basado en un activo del receptor cannabinoide que llegó a comercializarse, pero que tuvo que ser retirado del mercado al comprobarse que provocaba pensamientos suicidas.

Han explicado que el cánnabis, concretamente su compuesto THC, tiene efectos adversos sobre la salud de las personas relacionados con su psicotoxicidad, con alucinaciones, mareos, ansiedad o depresión, dependencia, taquicardia o «estrañas sensaciones» a la hora de diferenciar frío y calor. El THC altera la comunicación entre neuronas y puede provocar somnolencia, alteraciones sensoriales, lenguaje, percepción subjetiva del tiempo. Y además provoca dificultad en la expresión. De hecho, estos efectos negativos son los que hace que se considere droga al cannabis.

Sin embargo, la planta tiene cientos de compuestos y los estudios, tanto en investigación básica como en animales, han demostrado que tiene un gran potencial terapéutico. Las investigadoras han descubierto que los propios mamíferos segregan una sustancia similar a la que proporciona el cánnabis. Son los conocidos como endocannabinoides. Es decir, el cuerpo, que tiene ya receptores cannabinoides, se ayuda a sí mismo con sustancias análogas a las que posee la marihuana. Es lo que se ha descubierto en diferentes investigaciones.

Pero además, los científicos han comprobado que el potencial terapéutico positivo del cánnabis a la hora de hacer disminuir el dolor crónico, frenar la rigidez en los casos de esclerosis múltiple, en el tratamiento del galucoma, e incluso en la psoriasis. Además, estimula el apetito, una propiedad que ya se aprovechaba en la antigüedad.

Por lo tanto, según han explicado Ana Navarro y Eva Martínez-Pinilla, la clave pasaría por separar los compuestos del cánnabis que son positivos de los negativos. Y a partir de ahí, ayudar a la gente a la hora de enfrentarse a sus enfermedades.

En el caso del cáncer, Eva Martínez-Pinilla se ha referido a los efectos paliativos, dado que se consigue disminuir el dolor, se estimula el apetito y se rebajan las náuseas. Pero ha explicado que las células tumorales son muy activas a la hora de reproducirse y de crear vasos sanguíneos para alimentarse. Pues bien, extractos de cánnabis consiguen que esas células «se suiciden», les inducen a la muerte. «Sólo atacan a las células cancerígenas, no al resto», ha señalado. Además, los cannabinoides bloquean los vasos sanguíneos que crean las células tumorales. Todo ello está probado, sobre todo en animales mamíferos.

Pero en un contexto en el que la gente cada vez vive más, las investigadoras han insistido en la importancia de estudiar las propiedades del cánnabis a la hora de enfrentarse a enfermedades neurodegenerativas, como el Parkinson o el Alzheimer, para los que no hay cura actualmente. En el caso del Alzheimer, los cannabinoides impiden la formación de placas seniles, mientras que en el Parkinson hay estudios que señalan que los cannabinoides pueden retrasar los síntomas de la enfermedad.

Sigue, no obstante, sin haber muchos estudios clínicos en esta materia, pero señalan que si los cannabinoides afectan a las relaciones entre neuronas, lo lógico es que pueda hacerse una «regulación» desde el exterior que beneficie a los pacientes.

Todo este potencial de los cannabinoides justificaría un mayor empeño a la hora de afrontar estudios clínicos con pacientes. Pero las investigadoras coinciden en que es muy difícil. Para empezar, les resulta difícil conseguir cánnabis. Y no sólo son reacias a esos estudios clínicos las autoridades, también las farmacéuticas. No obstante, en algunos países como Canadá, Estados Unidos o Inglaterra ya se están comercializando algunos fármacos derivados del cánnabis. En España no, aunque en Cataluña se ha aprobado un estudio piloto en seis hospitales con Sativex, un preparado derivado de la polémica planta.

Las investigadoras han advertido que lo peor de esta situación, en la que se conoce el potencial terapéutico pero aún no se ha desarrollado convenientemente, es que los pacientes recurran al autoconsumo. «Eso es lanzarse a la aventura y pueden tener consecuencias adversas», ha señalado Ana Navarro, que ha recordado que esas personas que consumen por su cuenta no saben los compuestos que se están tomando ni las dosis. «De ahí la importancia de que haya nuevas investigaciones para centrarse en los extractos beneficiosos del cannabis», ha indicado.

Preguntadas por la creencia generalizada de que los consumidores habituales de cánnabis (hachís o marihuana) adelgazan, las investigadoras lo han negado. De hecho, han insistido en que sus compuestos tienen propensión a convertirse en grasas.

«Es errónea la creencia de que adelgaces, lo más probable es que engordes», ha apuntado Ana Navarro, que ha añadido que el consumo estimula el apetito, por lo que un consumidor comerá más.