Hay pruebas sólidas y coherentes de que la exposición al humo ambiental de tabaco causa infartos de miocardio, y de que las leyes que prohíben fumar en centros de trabajo y lugares públicos reducen los infartos (y otras enfermedades). La prueba más reciente proviene de un gran estudio llevado a cabo en Sao Paulo (Brasil), donde los infartos de miocardio disminuyeron un 12% tras aplicarse la ley antitabaco.

Aun así, seguimos oyendo voces que cuestionan los hallazgos científicos. Por ejemplo, un artículo reciente de un antiguo camarero y extrabajador del Instituto Cato, centro respaldado por el sector tabaquero, intenta utilizar la variabilidad natural de los resultados de distintos estudios para argumentar en contra de ese hecho.

Es el último eco de unos ataques más directos que las tabacaleras organizan desde la década de 1970, cuando empezaron a acumularse las pruebas de que el tabaquismo pasivo causa enfermedades. Durante décadas, a medida que los indicios de que el humo ambiental mata se volvieron más sólidos y coherentes, los medios fueron publicando declaraciones de gente vinculada al sector tabaquero en las que se ofrecía una imagen de los estudios científicos cada vez más controvertida y menos clara.

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