Conoce los efectos nocivos de este hábito

La mayoría de nosotros tiene una vida agitada. Días agotadores, exceso de responsabilidades, discusiones, idas, venidas, reuniones, obligaciones, presiones y un sinfín de etcéteras. Es normal que al acabar el día y al llegar a casa necesitemos un momento de paz, de silencio, de relax.

No obstante, y tal vez paradójicamente, muchas veces estamos tan agotados que seguimos acelerados, como si no pudiéramos desconectar del ritmo, como si no pudiéramos relajarnos así, sin más. Ese es el momento en el que entran en escena los que se han convertido en aliados incondicionales de esa necesidad de desconexión: la marihuana «el porrito» y el alcohol «la cañita o el vinito». Aliados inseparables que parecieran mejorar nuestros momentos de relax en el sofá, mientras leemos un libro, miramos una serie, escuchamos música o, simplemente, mientras hacemos tiempo hasta que llegue la hora de dormir.

Una rutina que para muchos se repite día a día como un ritual, incluso si no han tenido un día agotador. El uso de la marihuana y el alcohol (su aliado más íntimo), tienen un objetivo claro: generar una sensación de placer y relajarse. Como vemos, aquí no estamos asociando el consumo a la huida de problemas personales, emocionales, familiares y/o laborales. Hablamos de quienes recurren al consumo, en este caso de cannabis y alcohol -a diferencia de otras personas que acuden a una pastilla o psicofármaco- como una manera de lograr un escapismo temporal de esos ruidos mentales que los acosan durante el día, aunque sean temas comunes de la cotidianeidad.

Entonces, ¿son adictos o no? Este consumo, aparentemente asociado a un único momento del día, ¿es o puede ser un problema?

Antes de responder, veamos un poco más.

Todos sabemos que tanto el cannabis como el alcohol consumidos regularmente, incluso en el escenario planteado, son sustancias altamente tóxicas. Esto significa que, con el tiempo, hacen que necesitemos consumir cada vez más para experimentar el mismo efecto. Quiero decir, lo que empieza con una cañita y un porrito, termina convirtiéndose en dos cañitas y dos porritos (y más), en poco tiempo.

En cuanto a sus efectos sobre el organismo, el alcohol y marihuana son dos drogas completamente diferentes. El alcohol funciona como un depresor del sistema nervioso, por ende, distorsiona el juicio, ralentiza el cuerpo a nivel físico y entorpece las habilidades motoras. El THC, por su parte, activa ciertos neuro-receptores del cerebro que provocan efectos a nivel cognitivo. Entre ellos están: el déficit de atención, dilación temporal o la paranoia. Consumidos conjuntamente, se potencian las consecuencias de ambas sustancias.

En un estudio realizado en el año 2011, el Doctor Scott Lukas, de la Escuela Médica de Harvard, revelaba los efectos que produce la combinación de alcohol y marihuana:

Entre otras cosas, descubrió que la ingesta de alcohol multiplica la velocidad con la que el THC llega al cerebro. Dice, por ejemplo, que consumir una dosis equivalente a dos chupitos después de haber consumido cannabis multiplica por dos la concentración de THC en la sangre.

Ahora bien, en este artículo en particular, hablamos del consumo de estas sustancias conjuntamente para relajarnos antes de ir a dormir. La pregunta es, ¿realmente nos ayudan a dormir mejor; a tener un descanso reparador? Veamos. En el caso de la marihuana, más allá de la sensación de sueño que puede provocar después de unas horas de haberla consumido, los efectos de la misma altera los ciclos del sueño a corto y a largo plazo. De igual forma, beber en exceso antes de acostarse puede tener efectos negativos sobre el rendimiento diurno y las funciones cognitivas, como el aprendizaje y la memoria.

De alguna manera, y resolviendo los interrogantes que citábamos párrafos antes, podemos deducir que cualquier persona que tenga un consumo regular de cannabis y alcohol, aunque sea para relajarse y en un momento puntual del día, termina desarrollando una adicción. En definitiva, le cuesta conciliar el sueño si no lo ha onsumido.

Dejar de minimizar este comportamiento y tomar verdadera conciencia del impacto que produce en la vida de cada uno, es el primer paso necesario para la recuperación. Así nos lo señala Manel Colomer, que además nos señala los cuatro pasos necesarios para superar una dependencia:

  • Desintoxicación: cuerpo y mente.
  • Deshabituación: erradicar los hábitos de consumo (directos e indirectos).
  • Rehabilitación: descubrir lo saludable que es la vida, cuando no atentas contra ella todo el tiempo y además desarrollas hábitos saludables.
  • Reinserción: prudente y necesaria, para recuperar las riendas de tu vida.