Nota: artículo original publicado en gtt-vih.org

El compartir la parafernalia para la preparación de drogas (es decir excluyendo las jeringuillas y las agujas) parece no contribuir de forma significativa a la transmisión del virus de la hepatitis C (VHC) entre las personas usuarias de drogas inyectables (UDI), según las conclusiones de un estudio publicado recientemente en Journal of Infectious Diseases.

Los programas de intercambio y distribución de jeringuillas y agujas estériles han conseguido reducir de forma notable la transmisión de enfermedades presentes en la sangre, como el VIH o las hepatitis víricas, entre las personas usuarias de drogas inyectables.

Dichos virus -especialmente el VHC, que tiene la capacidad de sobrevivir fuera del organismo durante largos periodos de tiempo, (véase La Noticia del Día 16/12/2013)- pueden transmitirse a través de cualquier material que entre en contacto directo con la sangre. Muchos programas de reducción de daños proporcionan kits de inyección que incluyen desde el material para la preparación de drogas -como por ejemplo cazoletas para la disolución de las drogas, filtros para filtrar impurezas, toallitas antisépticas y agua-, además de jeringuillas estériles.

En estudios anteriores, se había sugerido la posibilidad de que los calentadores y los filtros pudieran actuar como fómites para la transmisión del VHC. Sin embargo, no está del todo claro si las infecciones por el VHC asociadas al uso compartido de la parafernalia se deban a la contaminación del material para la preparación de las drogas o al uso compartido de las jeringuillas.

Con el fin de arrojar algo más de luz sobre esta cuestión, un equipo de investigadores de EE UU diseñó un experimento de laboratorio para replicar las prácticas de inyección que mantienen las personas que comparten drogas. Es habitual que las personas consigan una dosis conjunta de heroína para varias personas que una de ellas mezcla en su propia jeringuilla y luego la solución resultante se distribuye entre el resto. Es probable que esta preparación la realicen usuarios de drogas de mayor edad y experiencia (y, por tanto, con una probabilidad mayor de tener hepatitis C).

Los restos de las jeringuillas utilizadas para la mezcla y que se sabía que contenían VHC fueron aplicados en cazoletas y filtros y, posteriormente, transferidos a una segunda jeringuilla «receptiva». Por último todos estos materiales fueron analizados para comprobar si estaba presente el VHC con capacidad de infección. En el estudio se analizaron las jeringuillas con agujas fijas y con agujas desmontables.

No se encontró el VHC en las cazoletas, con independencia de su diseño o el tipo de jeringuilla empleada. El virus solo se encontró en las jeringuillas de la mezcla que tenían agujas desmontables, no las que tenían agujas fijas (73,8% frente al 0%, de forma respectiva).

Apenas se encontró presencia del VHC en los filtros y fue más habitual cuando se utilizaron agujas desmontables (15,4%) que cuando se utilizaron jeringuillas con agujas fijas (1,4%). Por último, la posibilidad de encontrar el VHC en la jeringuilla receptiva fue algo más del doble cuando la jeringuilla inicial tenía una aguja desmontable (93,8%) que cuando era fija (45,7%).

Estos resultados coinciden con la hipótesis de que el compartir la parafernalia para la preparación de las drogas no se traduce directamente en la transmisión del VHC, pero sí que es un indicador subrogado de las transmisiones debidas al hecho de compartir drogas.

Los autores consideran que sus hallazgos tienen implicaciones en los esfuerzos preventivos del VHC, así como en los programas que ofrecen educación y kits de inyección segura a las personas usuarias de drogas inyectables.

Según el equipo de investigadores, estos datos deberían hacer que los programas dirigidos a los usuarios de drogas inyectables se centren más en el proceso de preparación e inyección de fármacos y menos en la parafernalia de preparación. Así, los autores sugieren que los programas de acceso a jeringuillas, especialmente en aquellos programas con problemas de financiación, centren sus esfuerzos en la distribución de más jeringuillas con agujas fijas (tipo insulina) en lugar de parafernalia para la preparación de las drogas.

Sin embargo, algunas personas implicadas en el ámbito de la reducción de daños no están muy de acuerdo con esta conclusión. Consideran que, más allá de la transmisión del VHC, el suministro de cazoletas y filtros limpios también puede ayudar a prevenir determinadas infecciones bacterianas y la denominada «fiebre del algodón» (término con el que se conoce el cuadro febril que muchas personan experimentan después de inyectarse heroína recuperada de un filtro de algodón previamente utilizado). Además, aducen que estos suministros son baratos, por lo que dejar de proporcionarlos dentro de los programas de reducción de daños tampoco supondría un gran ahorro de dinero.

Referencia: Heimer R, Binka M, Koester S, et al. Recovery of Infectious Hepatitis C Virus From Injection Paraphernalia: Implications for Prevention Programs Serving People Who Inject Drugs. Journal of Infectious Diseases. August 19, 2017.