Beber alcohol durante el embarazo produce modificaciones en la glicosilación proteica, proceso en el cual se le añade un escudo de azúcares o glúcidos a las proteínas para que sean más estables. Esas alteraciones no aparecen en los recién nacidos que no sufren el síndrome alcohólico fetal (SAF), a pesar de que sus madres ingirieron alcohol durante el periodo prenatal, lo que evidencia la necesaria interacción entre gen y entorno.

El grupo de investigación de la Universidad de Murcia ‘Hemostasia y Trombosis’, perteneciente a la Red de Enfermedades Raras (CIBERER), ha comprobado que existe una predisposición genética que agrava los daños provocados por la ingesta de alcohol durante el embarazo, según informaron fuentes de la institución docente en un comunicado.

En el trabajo, publicado en la revista norteamericana ‘Pediatric Research’, se han secuenciado 74 genes relacionados con la glicosilación proteica en 45 niños y adolescentes que estuvieron expuestos al alcohol durante el desarrollo embrionario, de los cuales 25 desarrollaron el SAF, un síndrome de influencia prenatal que puede presentarse con grave sintomatología a través de deformidades físicas, discapacidad intelectual, problemas de lenguaje y aprendizaje.

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