La revista académica ‘Criminology & Public Policy’ acaba de publicar un estudio que dará que hablar. Se trata de una pequeña revisión del último medio siglo de guerra contra las drogas a partir de un momento crucial de la historia estadounidense, en el que, bajo la presidencia del demócrata Lyndon Johnson, un grupo de expertos alumbró un innovador informe que, en palabras de los propios autores, estaba “décadas por delante de su tiempo”. De haberle hecho caso, quizá el panorama global de la lucha contra la adicción de las últimas décadas, marcada por la “guerra contra las drogas”, habría sido muy diferente y quizá no habríamos llegado a lo que ocurrió en 2011, cuando la Comisión Global de Políticas de Drogas anunció que “la guerra contra las drogas ha fracasado”.

El trabajo se centra concretamente en uno de los capítulos más olvidados de la conocida como Comisión sobre Aplicación de la Ley y Administración de Justicia (para los amigos y los medios americanos, “La Comisión”), un macroinforme publicado en 1967 que intentaba encontrar solución al acuciante problema que presentaba el crecimiento del sistema legal americano, impulsado, en parte, por el aumento en el consumo de drogas. La heroína, que durante décadas había sido el principal problema de las autoridades, empezaba a convivir con la marihuana que, durante los años de auge de la contracultura, había emergido como una alternativa que, para más inri, era consumida en estratos y grupos sociales muy diferentes. Uno de los problema era que estaba clasificada en el mismo grupo que la heroína.

¿Por qué resultaba tan rompedor dicho informe? Porque por primera vez proponía un enfoque centrado en la prevención y la salud pública, y no tanto en la erradicación absoluta del tráfico y consumo de drogas, el paradigma que había estado vigente desde principios de siglo y que había sido exportado por EEUU al resto de países desarrollados, primero a partir de la Ley Harrison, que prohibía el consumo de narcóticos sin precepto médico, y más tarde a través del director de la Oficina Federal de Narcóticos, Harry Anslinger, que promovió la prohibición de la marihuana y consiguió poner en marcha una guerra a nivel global basada en la persecución del consumidor y que perseguía la absoluta erradicación del consumo, no la minimización de sus efectos.

El enfoque de la Comisión va a contracorriente de todo ello. Para empezar, porque reconoce la adicción a las drogas como una “enfermedad crónica”, en la cual influyen multitud de factores tanto individuales como sociales, y anima a intervenir en dichos ámbitos para evitar que más personas caigan víctimas de ella. Además, pone en duda que la prohibición del consumo de marihuana fuese útil. Lo más importante, sin embargo, es su enfoque general en el que prevalece el tratamiento por encima del castigo a los usuarios. La Comisión estaba formada por algunos de los grandes expertos del tema, que ponían de manifiesto los límites del enfoque sobre drogas basado en la persecución.

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