Las bandas de narcotraficantes que operan en Ceuta y Melilla e introducen en Europa centenares de toneladas de hachís derivan parte de sus beneficios a la financiación del terrorismo islamista. El hecho, constatado de forma sangrante el 11-M obliga a modificar la estrategia en la lucha contra el narcotráfico.

El año pasado se aprehendieron en España 738.301 kilos de esta droga, el 70% de la incautada en toda la Unión Europea. Es sólo una pequeña parte de lo que entra en el mercado d ela droga y los beneficios que produce son inmensos.

José María Irujo cita en El País un informe del Centro Nacional de Inteligencia (CNI), fechado el 27 de octubre de 2003 y dirigido al Gobierno Aznar, entre cuyas conclusiones sobre los miembros de las células durmientes de Al Qaeda se decía: «Se financian con el tráfico de droga y el robo de tarjetas de crédito».

La desarticulación el 13 de noviembre de 2001 de la célula que lideraba Imad Eddin Barakat, Abu Dahdah, a cuyos miembros vincula el juez Baltasar Garzón con el 11-S, y a los que varios medios de comunicación calificaron en su momento de «inocentes ciudadanos que sólo tenían en su poder detergente», revelaba detalles similares. Un jordano, testigo protegido, acusa a Abu Dahdah de traficar con drogas. En el sumario aparecen numerosos datos que implican a varios de los procesados en tráfico ilegal de divisas, oro, diamantes y robo de tarjetas de crédito.

El 11-M es un terrorífico ejemplo de cómo financiar un atentado de Al Qaeda con el tráfico de hachís. Los días 12, 13 y 14 del pasado mes de marzo, poco después de la masacre contra cuatro trenes de cercanías en Madrid, la Comisaría General de Información solicitó ayuda a la unidad de inteligencia de la Comisaría General de Policía Judicial, dedicada a combatir el tráfico de drogas. Querían identificar a varios de los principales sospechosos, todos ellos delincuentes comunes.

En los bancos de datos de la comisaría general figuraban sus historiales ya que, al menos ocho de ellos, tenían antecedentes por tráfico de drogas. Se trataba de Jamal Ahmidan, El Chino, los hermanos Rachid, Mohamed y Khalid Oulad Akcha, Kounjaa Abdennabi, Antonio Toro Castro y José Emilio Suárez Trashorras. Estos dos últimos ayudaron a los terroristas a obtener los explosivos. Al instante, los agentes que investigaban el atentado obtuvieron sus últimos domicilios conocidos y se dispusieron a localizarlos y detenerlos. Había abundante información de todos ellos en los archivos policiales.

La investigación judicial ha demostrado que los autores del 11-M compraron los explosivos utilizados para la matanza con una partida de 30 kilos de hachís cuyo origen todavía se desconoce. Según los datos que obran en el sumario, la célula que perpetró el 11-M manejaba importantes sumas de dinero procedentes del tráfico de hachís. Una semana antes del atentado, Jamal Ahmidan viajó a Palma de Mallorca para cerrar presumiblemente una operación de tráfico de drogas. En el domicilio de su hermano Hicham, preso en Marruecos, la policía encontró 53,5 kilos de hachís y 32,5 de pastillas de éxtasis.

Luis Vicente Moro, delegado del Gobierno en Ceuta, advirtió en los últimos años al Ministerio del Interior acerca de la peligrosa evolución de las bandas de narcotraficantes en esa ciudad de 19 kilómetros cuadrados y 70.000 habitantes. «Esto es un gran Sicilia», aseguró el representante del anterior Gobierno a los pocos meses de tomar posesión de su cargo. En menos de cinco años se habían registrado 38 tiroteos de bandas rivales en las calles de la ciudad, con un saldo de seis muertos y 31 heridos de bala. Durante el Gobierno del PP se combatió en Ceuta a los jefes de las bandas de narcotraficantes que se paseaban a sus anchas por las calles de la ciudad.

Mohamed Taieb Ahmed, El Nene, de 28 años, considerado por la policía uno de los mayores traficantes de hachís, fue detenido y condenado, aunque aprovechó el tercer grado para huir. Ahora está preso en una cárcel de Marruecos. Osama Darra, uno de los procesados por el juez Garzón en la Operación Dátil por su presunta vinculación a Al Qaeda, mantenía contactos con El Nene, según aseguran varias fuentes.

También fue detenido Abdallah Abdesala Abmed, Abdelila, de 35 años, uno de los mafiosos más conocidos de la ciudad que intentó entrar en política en las elecciones autonómicas de 1999 y agrupar el voto musulmán, que representa a 23.000 de los 70.000 habitantes, según notas de los servicios de inteligencia españoles.

La pista del hachís con el que Jamal Ahmidan pagó la información sobre la mina asturiana en la que podían robar los explosivos conduce a Ceuta y Melilla, según aseguran fuentes de la investigación. En ambas ciudades, El Chino, muerto en la explosión de Leganés (Madrid), tenía numerosos contactos entre las bandas más activas.

Varios de los principales protagonistas de los atentados se pasearon por Ceuta, una ciudad en la que se adoptaron algunas decisiones para perpetrar el 11-M. En 1999, Kounjaa Abdennabi, autor material del 11-M y uno de los siete suicidas que murieron en Leganés, fue detenido en la frontera ceutí del Tarajal cuando intentaba pasar a Marruecos un coche robado en Italia. El suceso provocó su expulsión inmediata. Hace tan sólo tres meses, agentes de la policía local de Ceuta lo detuvieron en un control de tráfico en el centro de esa ciudad. El marroquí llevaba sus papeles en regla y quedó en libertad.

El suicida Kounjaa Abdennabi mantenía una estrecha relación con Abdelila el Fadoual el Akiz, un marroquí detenido en Ceuta que se dedicaba a la compraventa de coches de segunda mano. Según la policía, este último trasladó a finales del pasado mes de febrero, desde Oviedo a Madrid, los 200 kilos de dinamita que se emplearon en el atentado. Abdelila vivía en un piso de la calle del Ejército español en Ceuta.