El curso está próximo a comenzar, y con él, como cada año, mil promesas que esta vez «sí» que vamos a cumplir. Los niños y jóvenes prometerán llevar los asignaturas al día; los padres, estar pendientes de ellos… Pero si algo es común en todos es el mandamiento de «cuidarse y hacer ejercicio como siempre aunque nunca lo hagamos».

Con este propósito a partir de septiembre los gimnasios reciben numerosas matrículas de gente que ve en el ejercicio una forma de encontrarse bien y adelgazar. Al principio todos irán con asiduidad pero pocos seguirán después de noviembre.

Sin embargo, hay un pequeño sector que se mantiene constante en los gimnasios durante todo el año, verano inclusive. Entre estas personas encontramos también casos extremos, los vigoréxicos.

La vigorexia es una de esas enfermedades que el final del siglo XX y el inicio del XXI han traído de la mano. El perfil de quien la padece suele ser el de un chico joven, con dificultades para aceptar su autoimagen y con problemas de autoestima que ve en el desarrollo de sus músculos una obsesión por verse mejor. «Realizan una actividad deportiva excesiva, se aíslan mucho y no se relacionan, además pasan de 3 a 5 horas diarias en el gimnasio obsesionados por el cuerpo, del que nunca están satisfechos», apunta el psicólogo José Enrique Oraa Baroja.

Una enfermedad que no es habitual padecerla, por ello, lo más complicado es detectarla. «Es difícil diferenciar esta patología obsesiva de la persona que le gusta mantener un cuerpo bien. Los que padecen la vigorexia no lo reconocen», indica Oraa Baroja.

Aparte del plano psíquico, estas personas sufren un deterioro físico. «Abusan de productos proteínicos y de aminoácidos que toman por otras vías que las que ofrecen los alimentos, ya que ellos necesitan cantidades mayores», informa, por otra parte, Vicente Elías, médico especialista en medicina deportiva.

Unas consecuencias que enseguida aparecen plasmadas en dolencias renales o problemas de hígado. Asimismo, como apunta Vicente Elías, si se usan productos artificiales el músculo puede crecer en una proporción mayor al ejercicio realizado, es decir, que los tendones se desarrollen menos que el músculo lo que luego les puede provocar dolores o roturas de tendones.

Algunos también echan mano de anabolizantes y esteroides nocivos para la salud, ya que «son fáciles de conseguir por Internet o los legales se adquieren en farmacias con receta», denuncia Elías. El consumo de estas sustancias aumenta el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares.

Una vez detectado el caso de vigorexia, hay que actuar. Lo primero es lograr que en caso de que el paciente tome anabolizantes los deje. De la mano irá un tratamiento psicológico que «consiga que la persona reconozca su problema y colabore, para lograr corregir la distorsión perceptiva que tiene y que le causa esa ansiedad», recomienda el psicólogo José Enrique.