En el acto de clausura Fermín Castiella, Director del Plan Foral de Drogodependencias del Gobierno de Navarra y Fernando Muñiz, Director del Área Terapéutica de Dianova abogaron por una actitud proactiva y optimista para encontrar soluciones adaptadas.

Las Primeras Jornadas Nacionales Menores y Drogas, organizadas por la ONG Dianova los pasados 28, 29 y 30 de septiembre en Pamplona, han dado lugar a una importante reflexión desde los diferentes ámbitos de actuación implicados en el trabajo con los menores.

Fermín Castiella resaltó la necesidad de haber organizado estas Jornadas ya que hay un conflicto con los menores y no siempre sabemos cómo actuar al respecto. Todo apunta a que quien tiene que trabajar con los menores desde el ámbito judicial, educativo o terapéutico tienen que ser especialistas, además de ser profesionales afectivamente motivados. Según Castiella, “no basta con saber, también hay que querer y tener una actitud proactiva para trabajar con menores.”

Desde la perspectiva de la familia, parece imprescindible que ésta recupere y reivindique el papel educador que le corresponde para dar marcha atrás en una tendencia que parece apuntar que cuando los padres se ven desbordados reclaman y delegan en las instituciones y administraciones esa tarea educadora y de contención.

Una reflexión fundamental que nos debemos hacer sería: ¿a quién preocupan los menores? La Ley del Menor se modifica cuando surge la alarma social. No existe, desde las administraciones, el planteamiento de realizar una adaptación de la Ley, de las normas, de las medidas o de la programación en pos de una actuación que tienda a evitar el conflicto y no sólo a actuar sobre éste, cuando es evidente que resultaría más fácil y seguramente más beneficioso para el menor. Asistiremos pues a otro debate cuando se plantee rebajar la aplicación de la Ley a la edad de 10 a 12 años, como respuesta al hecho de que los padres no se sienten capaces de ejercer su rol dentro del entorno familiar. Esto es preocupante desde la perspectiva de la justicia e igualmente desde la perspectiva de ciudadanos, educadores o padres que trasladamos la responsabilidad al último eslabón pero también al más débil. Nos preguntamos si no deberíamos considerar también actuar sobre los padres para que aprendan a ejercer no sólo como progenitores sino como padres, en vez de realizar todas las actuaciones sobre los menores.

En este sentido, la Ley de Menores 5/2000 parece ciertamente mejorable, pero sin embargo, puede dar buenos resultados si se emplea con voluntad e imaginación y si se tiene en cuenta como una herramienta cuya óptica debe ser el máximo aprovechamiento de la realidad existente. Si bien necesitamos servicios de distintos niveles, también es cierto que ya son muchos los recursos existentes y que lo que se necesita es acercarlos unos a otros, que se conozcan y que generen sinergias.

Por su parte, Fernando Muñiz, en calidad de Director del área terapéutica de la Asociación Dianova resaltó dos mensajes clave.

Se dirigió primero a las personas responsables de organizar y coordinar, bien sea los servicios públicos o privados, invitándoles a no olvidar su función de optimización y motivación de los recursos existentes. De otra forma, hay peligro a instalarse en el síndrome de la escasez, pidiendo siempre más recursos cuando al contrario de lo que se trata es de empezar por sacarle mayor partido a los que ya existen. Es pues necesario que los estamentos públicos realicen un esfuerzo para analizar, prever y actuar antes de que surja la alarma social.

El segundo mensaje iba dirigido a los profesionales que están directamente involucrados con la intervención. Según las palabras de Fernando Muñiz “tenemos que dejar de ver el vaso medio vacío. Sobre todo porque no debemos de perder de vista nuestra responsabilidad respecto a las personas que atendemos: personas que necesitan ayuda. Si mantenemos una actitud basada en el “todo funciona mal” eso es lo que llegará al menor que atendemos. Es pues fundamental, que tomemos perspectiva y que analicemos cuál es nuestra función real desde el sentido común y sobre todo desde el optimismo. “

En cuanto a al consumo de sustancias tóxicas entre los jóvenes, queda patente la tendencia al aumento del consumo. Se consume y se va a seguir consumiendo, aunque también hemos constatado que la mayoría de la gente que consume drogas no tendrá problemas por ello. Hay factores que influirán en el consumo de sustancias que aún no conocemos y sobre los que no tenemos posibilidades de intervenir todavía. Por ello, desde el ámbito de drogas, difícilmente podremos intervenir en el modelo de sociedad en el que estamos inmersos.
En este contexto, actuaciones de prevención en los diferentes niveles (universal, selectiva e indicada) parecen imprescindibles, siempre que se identifique mejor a qué personas van dirigidas en cada nivel, sobre todo cuando se trata de detectar cuanto antes situaciones de riesgo o de conflicto.

Finalmente, surgió un consenso en cuanto a la necesidad de retomar o seguir más que nunca con planteamientos multidimensionales, interdisciplinares y flexibles en aras de lograr la individualización y efectividad en los tratamientos y las actuaciones. Esto vuelve a tener un especial sentido ahora que nos encontramos cada vez más ante patologías comorbidas, es decir ante situaciones bajo la influencia de múltiples factores donde el consumo de drogas dificulta el tratamiento y desestabiliza pero no es el eje central de la intervención con menores.

Debemos reflexionar sobre todos estos elementos y poner en marcha medidas orientadas a la optimización de los recursos a través de una mayor y mejor coordinación de todos los sectores implicados.