La llegada del siglo XXI ha traído consigo la supremacía de las drogas químicas sobre otros estupefacientes que en la década de los ochenta e inicios de los noventa habían ostentado este papel predominante. El consumo de cocaína, pastillas de éxtasis, éxtasis líquido, cristal, ketamina y «pópper» se ha extendido entre los jóvenes de todas las capas sociales bajo la falsa creencia de que sus daños para la salud son menores y porque sus precios son lo suficientemente bajos para que sean asequibles. Unas drogas que han encontrado en las discotecas, fiestas «rave» y festivales de música electrónica el canal de distribución idóneo y una clientela deseosa de diversión. La operación «Gozo» desarrollada esta semana por la Guardia Civil en Málaga y Vizcaya, que ha posibilitado la desarticulación de una importante organización de tráfico de estupefacientes sintéticos, ha constatado la introducción en el «mercado negro» de nuevas y peligrosas sustancias que ponen en evidencia una hegemonía de los narcóticos químicos, de lo que ya han alertado distintas instituciones como la Fiscalía o los colectivos antidrogas.

El escenario idóneo. La Costa del Sol, al igual que Ibiza o el Levante español, tradicionalmente ha reunido los condicionantes necesarios para convertirse en «banco de pruebas» de estas nuevas drogas, ya que es una zona que basa su economía en el turismo y su oferta de ocio y en la que los locales nocturnos representan un reclamo para que las redes del narcotráfico distribuyan su mercancía, por muy novedosa e inestable que sea. Una fuente policial manifestó, cuando se le interrogó por el papel de la Costa en el panorama delictivo internacional, que, «tarde o temprano, cualquier actividad ilegal que surja en el mundo acaba reproduciéndose aquí con mayor fuerza e intensidad. Nunca nos vamos a aburrir».
Este contexto favorable se ha visto acrecentado por la simbiosis que se ha establecido en los últimos años entre los eventos relacionados con la música electrónica y el consumo de drogas de diseño. Los «narcos» han encontrado en el público de los festivales «rave» y las macrodiscotecas una clientela ávida de diversión y desenfreno que busca experiencias distintas y a la que se le puede ofertar una amalgama de sustancias estupefacientes que son una auténtica bomba de relojería. Personas vinculadas a este mundo contaron cómo las redes distribuyen a sus «camellos» y, en ocasiones, monopolizan diferentes establecimientos o zonas para evitar que otras vendan narcóticos en ellas. Para ello no dudan en emplear una violencia extrema para expulsar al intruso u obligarlo a que venda su «mercancía».

«Office». Estas mismas fuentes revelaron que muchos jóvenes se sienten atraídos por la fastuosidad que rodea este tipo de fiestas y cómo el hecho de conocer y ser aceptado por el grupo que «lleva la voz cantante» representa ser más «in». «En algunas discotecas existen salas «vip», que suelen llamarse «office», donde sólo pueden acceder algunos «elegidos» y en los que la droga circula y se consume sin ningún problema y a la vista de todos», apuntaron, al mismo tiempo que aseguraron que «una persona a la que inviten es consciente de que, a partir de ese momento, deja de ser un cliente como cualquier otro. Es como si estuviese un peldaño sobre el resto».
Las mismas fuentes arguyen que esta escena se desarrolla en ocasiones en connivencia con los propietarios del establecimiento, que favorecen la distribución de la droga al hacer oídos sordos sobre lo que acontece y permitir la presencia de los «camellos».
El fallecimiento de dos jóvenes malagueños por consumo de éxtasis en una fiesta que se celebró en el Palacio de Deportes Martín Carpena en marzo de 2002 provocó que muchas personas tomasen conciencia de un problema que se creía exclusivo de Ibiza y Levante pero que se había asentado con fuerza en nuestra provincia. Lo suficiente como para que la respuesta policial hiciese evidente que ninguno estábamos exentos del peligro.
Las recientes operaciones de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado han demostrado la permeabilidad de las drogas de diseño en la sociedad y cómo esta acción se ha visto favorecida por una pérdida de respeto hacia los peligrosos efectos que pueden causar. El asesor en drogas del Defensor del Menor de Madrid, Antonio Gamoal, ha incidido en este factor preocupante manifestando que «los jóvenes legitiman el consumo experimental. El fin de semana es un nuevo espacio vital, desordenado, en el que todo se desmadra. Hay que acabar con la frivolidad y tolerancia que rodean a muchas drogas».
Esta actitud de «no pasa nada porque no te enganchas» adoptada por muchos consumidores se hace más palpable en el caso de las nuevas sustancias estupefacientes de origen químico. Es el caso del éxtasis líquido o GHB y la ketamina, dos narcóticos de origen médico que han irrumpido con fuerza en la cultura «dance» y que han monopolizado el reciente golpe que el Equipo de Delincuencia Organizada y Antidroga (EDOA) ha asestado a un red que operaba en Málaga y Vizcaya. Estas sustancias alucinógenas pueden provocar hemorragias internas, convulsiones, depresión respiratoria e incluso coma.

Fáciles de consumir. La primera de ellas ya se ha cobrado sus primeras víctimas en Ibiza, mientras que la segunda se obtiene en el circuito médico y se puede procesar en casa a través de un simple método. Tanto estas drogas como el éxtasis, la cocaína, el cristal y el «pópper» se caracterizan por consumirse por vía oral y nasal y sin levantar muchas sospechas entre las personas que se encuentran a su alrededor o los servicios de seguridad de la discoteca.

Fuentes hospitalarias manifestaron que las noches de los fines de semana, que se prolongan a tres días con la inclusión de los jueves, «son bastante movidas». «No es raro que lleguen jóvenes con síntomas de haber consumido algún estupefaciente. Salvo en los casos graves en los que hay que actuar de urgencia, el resto oculta qué ha tomado para que no se entere su familia», matizaron, al tiempo que especificaron que «las consecuencias sanitarias del consumo de drogas son mayores, ya que también atendemos a personas que se han visto envueltas en reyertas o que han sufrido algún accidente de circulación, como consecuencia de este consumo».