El tabaco es responsable de la muerte de unas cinco millones de personas al año en el mundo, y su consumo representa el principal factor de riesgo de enfermedad y de mortalidad en los países desarrollados, por lo cual, su disminución se ha convertido en una prioridad mundial para la salud pública.

España se ha sumado hoy a la intensificación de los esfuerzos en la lucha contra el tabaco con la aprobación, en el Congreso de los Diputados, de la ley que regula su venta, suministro, consumo y publicidad, dificultando la posibilidad de fumar y endureciendo las prohibiciones.

En España, concretamente, el tabaco provoca la muerte de más de 50.000 personas al año (lo que representa el 16 por ciento de todas las muertes entre mayores de 35 años), más que el sida, el alcohol, las drogas ilegales y los accidentes de tráfico, juntos.

Su consumo está relacionado con más de 25 enfermedades y es la causa principal del 90 por ciento de los casos de cáncer de pulmón y del 95 por ciento de los casos de enfermedad pulmonar obstructiva EPOC.

El tabaco está formado por entre 3.500 y 5.000 sustancias químicas y la Agencia Internacional de Investigación del Cáncer (IARC) ha evaluado que 67 de estos compuestos son cancerígenos para los seres humanos.

Por sexos, los hombres (38,7 por ciento) fuman más que las mujeres (24,1%), mientras que los varones que fuman más son los que tienen estudios básicos y medios, las mujeres más fumadores son las que tienen estudios altos y medios.

En cuanto a los más jóvenes, el tabaco aparece como la segunda droga más consumida entre los escolares de 14 a 18 años, tras el alcohol, y la edad media de inicio sigue siendo la más baja de todas las drogas, 13 años.

España es por lo tanto, a la luz de estos datos, uno de los países de Europa donde más se fuma y donde la legislación contra el consumo de tabaco ha sido, hasta ahora, una de las más permisivas.

Pese a que en la antigüedad el tabaco se utilizó con fines ceremoniales y curativos, en 1952 los doctores ingleses Richard Doll y Albert Hill confirmaron lo que era una opinión generalizada en ambientes científicos de la época: la relación tabaco-cáncer que plasmaron en su «informe Doll-Hill».

Se descubrieron entonces sustancias cancerígenas en el humo del tabaco y en 1979 el Comité de Expertos de la Organización Mundial de la Salud declaraba que «el 90 por ciento de las enfermedades de cáncer de pulmón de los países donde está extendido el hábito de fumar son debidas al tabaco».

Se ha comprobado también que el tabaco favorece el desarrollo del cáncer en todos los tejidos en contacto con el humo del mismo, como labios, boca, laringe, esófago, riñón, vejiga, etc; y entre las enfermedades que propicia destacan: insuficiencia respiratoria, pulmonía, tuberculosis pulmonar o infecciones pulmonares, etc;.

El tabaco es también factor de riesgo de dolencias del aparato circulatorio y el peligro de infarto de miocardio es dos veces superior que entre los no fumadores.

Los especialistas advierten que en el humo del cigarrillo hay entre 3.500 y 5.000 componentes tóxicos, de los que más de sesenta han demostrado ser cancerígenos para los seres humanos.

Monóxido de carbono, cianuro de hidrógeno, óxido de nitrógeno, mercurio, benzopireno, nicotina y alquitrán, son algunos de los más peligrosos.