Estudios nunca publicados y financiados por la industria tabaquera demuestran que el humo que sale directamente de un cigarrillo encendido es el más tóxico, por encima del que inhala el fumador y el que se encuentra en el ambiente. Investigadores alemanes podrían haber ocultado estas investigaciones durante la década de los 80.

En secreto, y mientras cuestionaba los efectos nocivos del humo sobre el fumador pasivo, la Philip Morris investigaba la toxicidad del humo expulsado por cigarrillo en animales de laboratorio. Estos experimentos fueron realizados por una institución alemana (Instituto para las Investigaciones Biológicas, INBIFO en alemán) financiada por esta empresa tabaquera.

Un trabajo publicado en «Tobacco Control» ha tenido acceso a más de 40 millones de páginas sobre la industria del tabaco, que se hicieron públicas como consecuencia de los pleitos contra estas empresas.

Según los autores de este trabajo, «el número, variedad y resultados de estos experimentos toxicológicos hechos por Philip Morris a través del INBIFO son superiores a cualquier información existente en la literatura». Y sin embargo, estos estudios nunca fueron publicados ni siquiera comunicados al gobierno en los juicios públicos realizados en Estados Unidos.

Entre otros datos, las investigaciones ocultas han revelado que el humo que expulsa el cigarrillo constituye el 85% del que inhala el fumador pasivo. Al aplicar un concentrado de este humo sobre la piel de los animales, los expertos vieron que su capacidad para producir tumores es entre dos y seis veces superior a la del humo inhalado.

Los estudios también demostraron que la inhalación pasiva de este humo es cuatro veces más tóxica que la que realiza el fumador a través del filtro. También quedaba patente en estos trabajos ocultos cómo el humo del cigarrillo impedía la ganancia de peso de los animales de experimentación y producía, incluso a dosis bajas, lesiones sobre la mucosa del aparato respiratorio.

Secretos y mentiras

Entre 1981 y 1989, el mencionado instituto alemán realizó 115 estudios sobre este tipo de toxicidad . Ahora han podido ser localizados gracias a la Biblioteca del Legado de Documentos sobre el Tabaco, de la Universidad de California (San Francisco, EEUU).

En este sentido, los investigadores afirman que estos estudios realizados en la década de los 80 fueron realizados con tabaco normal y probablemente subestimen la toxicidad real de los cigarrillos «light» que ahora acaparan gran parte del mercado.

De forma paralela, una investigación británica publicada en «American Journal of Public Health» expone los nombres de científicos y expertos alemanes involucrados en estos experimentos secretos.

Según desvela este trabajo, «la documentación ahora accesible demuestra cómo durante décadas la industria del tabaco intentó con éxito manipular y alterar la información que demostraba la relación entre tabaco y enfermedad».

El Dr. Grüning, uno de los autores del ensayo afirma que desde los años 50 empezó a establecerse un cortejo entre la industria tabaquera y algunos investigadores de forma que para 1970 existía ya una compleja red de científicos «pro tabaco». Ninguna de las personas supuestamente implicadas en este tipo de ocultación y manipulación, algunas de ellas ya fallecidas, ha realizado alegaciones negando los hechos.