Un equipo de neuroendocrinólogos de la Universidad Johns Hopkins dice haber comprobado que los varones tienen mayores niveles de adicción a estimulantes como la metanfetamina y también más posibilidades de sufrir daños cerebrales al consumirlos, según informa ScienceNow.

La responsable sería la dopamina, conocida «molécula del placer» que libera el cerebro como recompensa en múltiples actividades, desde saborear un chocolate hasta tener relaciones sexuales. Esta misma sustancia química está íntimamente vinculada con el consumo de drogas. Los científicos suponen que la excitación provocada por la dopamina incrementa la dependencia a los estimulantes.

«El resultado es novedoso y podría servir como línea para desarrollar nuevas investigaciones, pero tenemos que ser cautos porque la muestra con la que trabajaron los científicos es muy reducida», comenta la médica María Fernanda Himm, especialista en Psiquiatría por la Universidad de Buenos Aires e integrante del Equipo de Adicciones y del Departamento de Psiconeurofarmacología Clínica del Centro Oro.

La anfetamina «pega más» en los hombres

El equipo de investigadores, conducido por Gary Wand, estudió a 28 hombres y 15 mujeres que no consumían drogas ni presentaban trastornos psicológicos. Al inicio del estudio, los dos grupos tenían idéntica disponibilidad de receptores de dopamina en el cerebro. Los científicos inyectaron a los voluntarios una dosis de metanfetamina similar a la que tomaría un consumidor. Después de suministrarles la droga, comprobaron que el cerebro de los hombres liberaba en promedio entre 50 y 300 por ciento más dopamina que el de las mujeres.

Además, en un cuestionario, los varones también otorgaron mayor puntaje a los «efectos positivos» de la droga que las mujeres. «Cuanto mayor es el aumento repentino de dopamina, más refuerzos para seguir tomándola se producen», afirmó Wand a ScienceNow.

La metanfetamina fue desarrollada a comienzos de este siglo a partir de la anfetamina. Al principio se la usó en descongestivos nasales e inhaladores bronquiales, pero últimamente se difundió como estimulante en algunos países, como Estados Unidos, donde se la conoce con el nombre de meth, speed o chalk. Se puede inhalar, ingerir en forma oral (disuelta en agua o licor) o inyectar. Al igual que la anfetamina, se presenta bajo la forma de tabletas, cápsulas o polvo y, mezclada con tabaco, también se puede fumar. En este caso, se la denomina «hielo», «cristal», «arranque» o «vidrio».

«Es una droga disponible sólo con receta médica, pero se produce fácilmente en laboratorios clandestinos, con ingredientes baratos que se consiguen sin receta. Es parecida a la anfetamina, pero altamente adictiva. A diferencia de la droga madre, sus efectos sobre el sistema nervioso son más pronunciados y pueden llegar a durar entre 6 y 8 horas. Produce una sensación inicial de euforia, a la que le sigue un estado de alta agitación que puede conducir a comportamientos violentos», señala la doctora Himm.

¿Qué los hace vulnerables?

Para los investigadores que condujeron el estudio, publicado en la revista Biological Psychiatry, los resultados explicarían por qué la adicción a la anfetamina es más común en los hombres. ¿Pero hasta qué punto es válida la afirmación de que los hombres son más vulnerables a las drogas que las mujeres? Al respecto, la doctora Himm aclara: «La vulnerabilidad de los individuos para desarrollar dependencia a determinadas drogas está relacionada con factores biológicos, como la edad, el sexo y la carga genética. Pero también influyen factores psicológicos: rasgos de personalidad, estabilidad emocional y alteraciones psíquicas».

«El sexo puede ser un factor de vulnerabilidad a ciertas sustancias», advierte Himm. Por ejemplo, las mujeres presentan menor capacidad metabólica para el alcohol, de modo que en ellas dosis pequeñas tienen efectos importantes. Desde el punto de vista epidemiológico, es cierto que los hombres ocuparían el primer lugar en el consumo de todo tipo de drogas, pero este hecho podría deberse más a factores culturales que a factores biológicos.»

Otra línea de investigación

Los especialistas de la Universidad Johns Hopkins consideran que los resultados de la investigación también pueden ayudar a dilucidar por qué las enfermedades asociadas con la segregación de dopamina, como el Parkinson, el síndrome de Tourette y la esquizofrenia, producen mayores daños neurológicos en los hombres que en las mujeres. Las diferencias en la liberación de dopamina podrían dar cuenta de la disparidad, plantea Wand. «Sería una línea de investigación a seguir», comenta la doctora Himm, del Centro Oro, pero advierte: «Hay que tener en cuenta que en estas patologías hay otras hipótesis que se suman al aumento de dopamina para explicar sus causas y los mecanismos por los cuales se desencadenan».

En la esquizofrenia, es conocido que la actividad de la dopamina se incrementa. Pero según algunas teorías, esta alteración no sería producto de un aumento de la cantidad de dopamina, sino de una hipersensibilidad de los receptores. Otras hipótesis sostienen la carencia genética de una enzima, que haría que se acumule la dopamina, o incluso una alteración de los receptores de otro neurotransmisor, la serotonina. Teorías más recientes, que complementan las anteriores, atribuyen la alteración a una baja actividad de otras sustancias del organismo, que actúan como antipsicóticos «naturales», explica Himm.

El síndrome de Tourette, más frecuente entre los hombres, es un trastorno neurológico que produce tics motores y verbales. «En este trastorno hay vulnerabilidad genética y factores ambientales (pre o posnatales), que interactúan con un sustrato neurobiológico y determinan las alteraciones de la serotonina y la dopamina», señala Himm.

En el caso del Parkinson, «la enfermedad se origina por la muerte o el deterioro de células productoras de dopamina en la sustancia nigra, cuya causa aún se desconoce», concluye la médica.