La afición desmedida por el futbol que lleva a quien la vive a paralizar cualquier actividad es uno de los rostros de la ludopatía, enfermedad que padecen aquellos adictos al juego y que, en el caso del balompié, llega a extremos como las porras, los «hooligans» y el suicidio.

En exclusiva, el vicepresidente de la Asociación Nacional de Neurociencia y Desarrollo Humano, Manuel González Oscoy, explicó que durante el Mundial Alemania 2006, 20 por ciento de la afición mexicana se revelará como adicta al futbol, lo cual «continuará aún sin mundial, en forma de porras».

Explicó que 80% de la afición observará los partidos y seguirá con su vida cotidiana sin que se vea mermada su rutina ni sus actividades personales.

El juego, añadió, es una actividad indispensable para el ser humano desde que nace, ya que de esa forma aprende a conocer el mundo y a relacionarse con éste.

Los valores que del juego se desprenden son la compañía, la pertenencia y la unión familiar, entre otros; sin embargo, pueden sumarse la apuesta, el dinero e incluso la propia integridad física y mental de la persona, cuando la afición deriva en adicción, y el futbol no está exento de ello.

De acuerdo con el también investigador de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la adicción por el futbol, como por cualquier juego de otro tipo, afecta el desempeño escolar y laboral, así como las relaciones familiares.

Abundó que en el caso del Mundial Alemania 2006, específicamente en los partidos de la Selección Mexicana, los aficionados participan en el juego con una interactividad «en tiempo real» gracias a las transmisiones de televisión por cable y algunas otras en televisión abierta, por lo que el espectador se encuentra en sincronía total.

«Lo que esto produce en realidad es una saturación de mensajes, porque no sólo se trata de los partidos, sino también de un bombardeo de anunciantes, mercancía alusiva, concursos y premios que tienen que ver con ese acontecimiento deportivo, pero detrás de esto no hay más que el afán de venta de productos», detalló.

En el caso del futbol soccer, por tratarse de un deporte, la afición, que más tarde podrá derivar en adicción, inicia por la admiración, la perspectiva de que los jugadores son un ejemplo a seguir y la emoción que provoca el ganar. Estos se dan en mayor grado entre los niños y adolescentes, dijo el experto.

Como adultos, señaló, inicia con el factor de pertenencia, de identidad nacional -cuando se trata de la Selección-, ya que «es México quien está jugando contra otro país; es decir, somos todos», y ese hecho desencadena una fuerte emoción que, a su vez, es generadora de altos grados de adrenalina.

González Oscoy precisó que la adrenalina es una sustancia catalogada como un neurotransmisor, el cual se genera cuando el individuo se encuentra en situaciones de peligro, de sobrevivencia, de miedo, alegría, siempre en extremo. Así ocurre también al presenciar el juego de su equipo.

«A la gente le gusta sentir que está vibrando con su equipo, a la par de cada jugador en la cancha», y en términos clínicos, cuando un individuo vive esa emoción, se habla de que está bajo el efecto de las «neuronas espejo»; es decir, se siente igual de emocionado al ver el partido, como si lo estuviera jugando él mismo, señaló.

Ante la actual «guerra política» que en México se vive con miras a los comicios federales del 2 de julio próximo, abundó, el ciudadano «se destensa con el deporte», siendo el Mundial Alemania 2006 el mejor escape. Mientras éste sea mayor, el riesgo de ser adicto al futbol también se incrementa.

Citó el caso de los llamados «hooligans» en Inglaterra, quienes son personas que llevan su afición al extremo de cometer actos vandálicos, pero «no forzosamente están identificados como aquellos que buscan una fuga a cierta situación de pobreza; ésta no es condicionante para esa reacción».

El futbol también es considerado por González Oscoy como «un mecanismo de escala social; por ejemplo, los mejores jugadores de Brasil surgieron de las favelas y el futbol ha sido su única posibilidad de salir de ellas».

En Argentina, agregó, la población llevó su afición por el futbol al extremo, a una forma de vida, como un modo de fugarse de la dictadura y liberar la tensión social, mientras que en Estados Unidos se trata de una cuestión de estatus, ya que se trata de un deporte que genera un alto poder económico.