Internet es un instrumento de comunicación, de trabajo, de ocio, de información, de compra-venta y de otras actividades que ha supuesto un cambio en la forma de relacionarnos con las personas, con los dispositivos electrónicos y con los hábitos de consumo. Conectarse a la Red representa, en la mayor parte de los casos, implicarse en actividades positivas que generan muchas ventajas y, en último término, una mejora en la calidad de vida. Sin embargo, algunas personas vulnerables (menores, personas solitarias, inestables emocionalmente) pueden quedar atrapadas en la Red, generar una falsa identidad -un yo a la medida de los deseos de uno mismo- y sustituir el mundo exterior por una realidad virtual.

La compulsión que induce al uso abusivo de Internet, con un abandono de las aficiones, de las relaciones presenciales y de las obligaciones laborales/académicas, se relaciona con un flujo de transrealidad que recuerda la experiencia de las drogas. La mayor ventaja del ciberespacio es el anonimato y la accesibilidad. En estos casos el uso patológico de Internet empieza como una afición, pero después de un tiempo empieza a ocupar una parte central en la vida de la persona, que utiliza la pantalla del ordenador para escapar del mundo real y mejorar su estado de ánimo.

La adicción a Internet se realimenta con actividades múltiples, como conectarse a las redes sociales, escuchar música, ver videoclips, buscar información, visitar un perfil en una red social, publicar fotos o vídeos de forma constante, descargar música o películas, jugar con otras personas o hacerlo solo o contra el ordenador, descargar apps gratuitas, chatear, compartir ficheros, publicar mensajes en un blog, crear un avatar, usar una webcam. Es decir, la Red permite satisfacer dos tipos de necesidades básicas: la estimulación solitaria y la búsqueda de interacción social.